Era esa la curiosa etiqueta con la que se denominaba una corriente artística en principio italiana ("arte povera") que, entre otros, fomentó el escultor italiano Luciano Fabro (Turín 1936 - Milán 2007), del que se expone una excelente antología en el Palacio de Velázquez del Retiro, en Madrid, lugar que le sienta como un guante a sus experimentos escultóricos, en donde materiales y espacios dialogan con las luminosas salas blancas y conforman un conjunto de sumo interés, que ahora viene a cuento en relación con este recorrido a las vanguardias que comenzamos hace unos días.
Rueda |
He aquí, por tanto, otra vez la necesidad de forjar contra la tradición, de innovar con formas, materiales y espacios que –de paso– recogen lo que está ofreciendo el mundo moderno, para también deformarlo (ordenadores, materiales, transparencias, opacidades....), con un guiño cultural curioso desde ese libro aplastado por una gran piedra (Nadezda, 1990), quizá un signo de los nuevos tiempos.
Invadido el espacio de las grandes salas blancas, los objetos se disponen o en grupos (Italia, transparencias, pedestales, sábanas...) o individualmente, al margen de cualquier opción naturalista, o cuando lo hacen (como esas "maneras de disponer las sábanas") es para negarse a cualquier transcendencia, otorgándosela a objetos simples. Sin embargo, el espectador, adivina que existe todo un juego técnico (experimentación con los materiales) y su disposición (los equilibrios con el espacio de las formas esculturales, el juego de proporciones, la necesaria huida de un significado inmediato), hasta alcanzar –vamos a emplear una palabra condenada– la belleza de esa cruz estilizada, o del arco iris, o del sueño de Jacob... Porque hay mucha mitología en las denominaciones y en su resultado: es decir, y para otorgarle mérito, la tradición ha llegado a finales del siglo XX y se transforma de acuerdo con esas circunstancias (Sísifo, 1994): el choque con el nombre nos obliga a recordar que estamos en otra hora distinta, la nuestra, la del creador.
La riqueza de materiales –algo obvio en las series– es un modo de diversificación y de diferenciación; el proceso de resemantización encuentra novedades por todos lados y, a mi modo de ver, cumple su función, pues el público mira, pasea, contempla, entre inquieto, confuso y divertido. Es posible que ante el sarcófago marmóreo sin el bulto de la cabeza piense en los clásicos, y en que a este le falta el agobiante "sujeto" de la tradición artística, que es cualquiera o que no nos interesan los nombres de los héroes (Lo Spirato, 1968-1973). Elementos que se llevará a su casa para pensarlos, consciente o inconscientemente, y que a lo mejor engranan con circunstancias del mismo tipo que ha consumido sin saberlo (ropa, vestuario, modas, coches, cine, anuncios....) Porque el arte debe de recorrer el mismo camino que nosotros: contemplar el pasado, vivir el presente y buscar el futuro.
Por cierto, el fotógrafo que preparaba está entrada fue atrapado en una de las salas por el "hueco" de una transparencia.
Por cierto, el fotógrafo que preparaba está entrada fue atrapado en una de las salas por el "hueco" de una transparencia.
Gracias por compartir su experiencia de la exposición en esta maravillosa entrada, tan inspiradora!
ResponderEliminarGracias a ti, anónimo, por tu generosidad.
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