miro tu mano que acaricia el sexo
en el umbral de la pasión que espera
no soy capaz de resistir tus dedos
que suben y descienden ni las yemas
que se demoran al final y estiran
la piel morada y fina suave y tersa
ese ritmo que no es el mío avanza
–que no pare jamás que siempre vuelva–
cada vez de manera tan distinta
siempre el temor de que algo lo detenga
casi llega al dolor cuando desciende
casi deja el quejido si se eleva
y es entonces que llega plenitud
y es entonces que cesa lo que piensa
Volverá a pensar sin duda porque los pensadores no dejan de hacerlo nunca!
ResponderEliminar:)
Al buen poeta lo que no le para, tampoco, es la inspiración.
Un placer siempre leerte, Pablo.
Y felicidades por esos geniales setenta años que vistes como el mejor maniquí!
Bicos.
Una de las cosas mejores que tengo, tus comentarios, Ohma.
EliminarBicos