Ha venido un gorrión a ver qué escribo:
en el banco se posa, se mueve, salta,
parece que me mira de perfil,
parece que me escucha si se para;
contemplación será monda y lironda,
contemplación sin otra circunstancia,
con los ojos abiertos simplemente
y con la voz oculta en la mirada,
porque tú sabes, ya que aquí te vienes,
que me senté en el banco para nada:
se dijo lo que había que decir
y ahora queda ton solo lo que calla.
Cómo calla –¡y qué dentro su silencio!–
lo que tanto intenté con las palabras.
No es de extrañar la curiosidad del gorrión, estas crónicas casi diarias en verso son de lo más interesantes y, sobre todo, originales y entretenidas. Esos pasillos de verde umbrío en El Retiro que se van alejando del estanque hacia Atocha son unos de los paseos más agradables para horas de calor.
ResponderEliminarjaja qué bonito el gorrión! Y te ha quitado de un plumazo el silencio y te ha dado la inspiración!
ResponderEliminarOjalá se dejase acariciar no?
Yo lo intenté ayer con un pavo. Acariciar, digo, no escribir. El muy gamberro casi me pica los pies mientras le daba pan pero en cuanto intenté robarle una caricia, ¡zassss puso distancia!
Ay con lo suaves que tienen las plumas!
Bicos.