Vengo de la indignación, y no es bueno pasar de la indignación directamente a la escritura, porque las órdenes del cerebro sanguíneo no se temperan al descender por las venas hasta las yemas de los dedos que teclean. Estaba terminando de ver la peli de la dos, que me había enganchado mientras tomaba una ensalada, "Cuatro minutos", sin cortes y con la suficiencia que la 2 insufla a sus espacios; es peli con ribetes musicales conocida (la reclusa adolescente que sabe tocar el piano maravillosamente, la vieja profe lesbi, el concierto final...) Pues después del concierto final –triunfante, claro– cuando esposan a la reclusa para devolverla a prisión y aparecen los créditos... nuestro canal "culto" y pretencioso corta los créditos y pasa a otro programa, para que nadie se entere, verbo y gracia, de cuáles eran las piezas interpretadas, por qué pianista y con qué orquesta, etc. Indignante. Pido la dimisión del director de radio televisión española. Pido la dimisión del Obispo de Coria, pido la dimisión de Zapatero, la dimisión de mi querido y viejo colega Ángel Gabilondo, ministro de educación, pido la dimisión de la cámara baja y de la alta.
Si la indignación no me hubiera arrojado con tanta agresividad verbal hacia el teclado tenía pensado anunciar la aparición de un nuevo y valioso manuscrito de los Sueños de Quevedo, con cuyo motivo nos hemos reunido a comer en el Gijón (veníamos de la Biblioteca Zabálburu e íbamos a la Biblioteca Nacional) José Luis Rivas, presidente de la fundación Francisco de Quevedo en La Torre de Juan Abad, mi admirada quevedista Diana Eguía y yo mismo, claro.
José Luis Rivas está reuniendo pacientemente textos y documentos de Quevedo para llevarlos a La Torre, de donde es oriundo, a la fundación del escritor. Allí
se encuentra ya el legado que compró hace más o menos un año a uno de los descendientes de don Francisco, de la rama de los Mendizábal. Anda José Luis en tratos con los herederos de los Fernández Guerra y Luis Valdés, que poseen otro importante fondo documental, que ojala se decidan a ceder en los mejores términos para la fundación; y hasta me ha engatusado para que yo le entregue mi propio fondo documental, que a decir verdad es muy, muy rico. Diana Eguía, que trabaja sobre los autógrafos de Quevedo, es editora de la revista Manuscritcao y, a pesar de todo eso y de otras cosas semejantes, es una chica muy normal; está catalogando mi fondo, a donde han venido a parar papeles de Felipe C. Maldonado y de su hijo Felipe C. Camarero, algunos enviados por James O. Crosby –viejo colega quevedista, ahora en Florida–, los más entregados en manos por Felipe C. Camarero hace unos diez años. No hace falta que se entienda este galimatías documental, baste con que se sepa que, mientras discutíamos sobre cómo se hacen unas buenas pechugas escabechadas, muy socorridas ahora que llegan los calores (se conservan unos 20 días en el frigo), íbamos consolidando un gran archivo documental sobre don Francisco. Ya ven como en ese contexto es natural que salga un manuscrito nuevo de los Sueños, estudiado y valorado por Diana, quien alguna nota más erudita publicará para los especialistas, porque los Sueños, (¡ay los Sueños y si solo fueran los Sueños!,) no se crean ustedes que tiene edición definitiva. Definitivo, definitivo en esta vida poco hay.
He pensado que podía ilustrar esta nota, no con una fotografía de Ángel Gabilondo dimitiendo, perseguido por funcionarios hambrientos –ya vienen los nuevos sueldos–; o con la directora de radio televisión española escuchando cuatrocientas veces el festival de eurovisión; o con zapatero y rajoy cogiditos de la mano canturreando el comienzo del concierto en La menor de Schumann, que es uno de los créditos hurtados en la peli...; no, no, aunque la tentación bien grande es, a ilustrarla voy con un retrato desconocido de Quevedo y con unas instantáneas que nos hizo una japonesa en el Gijón creyendo que éramos gobernadores del banco de españa, porque así se lo insinué yo al oído, para ver si luego había oportunidad de seguir la velada con sus ojos rasgados. No la hubo, porque nos vio racanerar con el café, que en el Gijón es carísimo, cuesta casi medio menú.
Y termino. Pero no quiero terminar así, con el pobre Gabilondo en deshilada, de modo que les voy a presentar a Lope de Vega y a Quevedo, reunidos en la BNE, ocultos bajo la sabia apariencia de Víctor Sierra, que anda descifrando el códice Daza, y de Diana Eguía enamorada del ductus caligráfico de Quevedo, de cuyos autógrafos nos entregará un valioso trabajo. Su aparición frecuente en este cuaderno es un signo de cariño y aprecio, como en los índices de audiencia, que tengo que aprender a manejar conmo lo hacen en la TV. Ocho millones, eurovisión. Ya se ve lo que pasa. Ya se ve lo que significa. Mañana, para compensar, les hablo de la feria del libro en Madrid.
Recuerden, sin embargo, que he pedido la dimisión de la directora de radio televisión española.
Es usted un valiente excéntrico: hace muy bien en pedir la dimisión de todo el mundo, oriundo como es de un país en el que nadie dimite (salvo Borrell);
ResponderEliminary hace muy bien en ceder su importante fondo documental. Lo aprovecharán otros (yo no tengo nada que ver en esos asuntos, no sospeche) y a usted le hace bien: suelta lastre, suelta propiedades, se hace más liviano en todo.
Como premio a su bondad, de Eugenio de Andrade, que también nos lo regaló -como regala usted ahora-:
Ahora vivo más cerca del sol...
Ahora vivo más cerca del sol, los amigos
no saben el camino: es bueno
ser así de nadie
en las altas ramas, hermano
del canto exento de algún ave
de paso, reflejo de un reflejo,
contemporáneo
de cualquier mirada desprevenida,
solamente este ir y venir con las mareas,
ardor hecho de olvido,
polvo dulce a la flor de la espuma,
eso apenas.
Versión de Aníbal Núñez
Santa indignación la suya don Pablo. Bienvenido al club, aunque supongo que lleva usted muchos méritos reunidos. ¿Para cuándo que el ser inculto vuelva a ser vergonzante? Como cuando entonces, ya sabe. Cuando éramos pequeños en que el que no sabía respetaba al que sabía. Y, por favor, no me vengan con que entonces nos aplastaba el franquismo y todas esas gaitas como excusas. A lo que vamos es a que el saber, el conocimiento, la cultura en España siguen siendo ridiculizables y despreciables. Y así nos va, señores. ¿Leíste el articulo de César Antonio Molina en El País, ayer? Pues eso.
ResponderEliminarPablo, te he dejado un comentario en lo de Palencia. ¡Qué bonito tu cole! Humm, acabo de recordar el olor y sabor de los panecillos de San Francisco. ¡Viva Palencia!
ResponderEliminarLa panadería de San Francisco, en el arranque de la calle (me dicen que la han trasladado, que sigue en otro lugar), desde La Soledad, pasando por el convictorio de los jesuitas, que tenían pasadizo hacia San Francisco, donde estaban los koskas... Al fondo, gritos de pájaros en Casado del Alisal, sobre las vías del tren. Detrás las eras por donde pasaban los rebaños. Nací en Lope de Vega 21. Hay tres sonetos algo melancólicos a Palencia en "El año del ombligo"; si me da tiempo, los llevo al cuaderno de pantalla, Elvira.
ResponderEliminarFascinante manuscrito, pese a mi apego al anonimato no puedo evitar agradecerle que lo muestre. Tengo que decir que, como veterano lector suyo, encontrar su blog, a través de un enlace en un blog de libros antiguos, ha sido todo un descubrimiento. Desde hace unos días lo miro antes que el periódico.
ResponderEliminarAcabo de asomarme y susvcribirme al blog de URZAY (está ye en mi lista) y es excelente, por todos los conceptos.
ResponderEliminarPablo Jauralde es un profesor en el sentido más noble que pueda dársele. No hablo de tomar apuntes, hablo de aprender la difícil materia de vivir como un intelectual que piensa, lee y escribe amando con la misma intensidad y buen hacer la cocina, las plantas, la música, la conversación, los viajes, las películas, los juegos...
ResponderEliminarSiempre hay alegrías en tu bloc, Pablo. Brindo por ambas, por los Sueños y por las indignaciones.
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