Los sáficos, si se logran, consiguen una armonía muy peculiar, que se asienta en un balanceo rítmico y una cierta suavidad de entonación en el caso de los endecasílabos. Como tienen tantas variedades, se les puede mezclar con sutileza. Los arces me sugieren esa prolongación rítmica de los sáficos, quizá por el modo tan frágil de extender las ramas, como si las soportara el aire, ingrávidas, invadiendo poco a poco el espacio.
En los versos que luego van –en donde hay flores de una jara coloreada, rosa, menos frecuente que la blanca, pero también muy atractiva y olorosa– solo he marcado dos tipos de ritmo sáfico, el segundo de los cuales he colocado al comienzo del primer terceto, para señalar el cambio de ritmo y estrofa.
Mira los arces del jardín botánico,
el perfil verde de sus nuevas hojas
que van trazando sobre el aire tibio
el suave gesto que el espacio invade
la lentitud con que sus ramas se abren
como si sámaras de luz echaran
hacia el perfume de las nuevas jaras
hacia el aroma que las rosas llevan.
Serenidad del arce y armonía
al disponer la habitación del viento
que luz y sombra le disputan mientras
se alarga el día perezosamente
como si el tiempo no pudiera entonces
más que dejar que sucediera todo.
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