[Recuerdo brevemente que estoy publicando, capítulo a capítulo, el autógrafo de Quevedo España defendida.... (1609), que es de difícil acceso actualmente y, por lo demás, nunca ha sido editado filológicamente, ni anotado. La anotación no aparece en el blog, que pide una lectura más ligera; pero aparecerá en la edición de la obra en Clásicos Hispánicos, una vez que haya terminado su edición artesana en estas entradas. Para la colección, de la que tantas noticias he ido dando, debe uno pinchar el enlace y saborear lo que ya hay allí: http://www.clasicoshispanicos.com]
Capítulo I: De España, su sitio, cielo, fertilidad y riqueza
Capítulo I: De España, su sitio, cielo, fertilidad y riqueza
Propiamente España se divide en tres coronas, de
Castilla, Aragón y Portugal; cierra los términos de Europa, yace entre África y
Francia, y es ceñida del estrecho del
oceano y de los Pirineos y, como es menor que entrambas tierras, es más fértil,
porque ni es encendida como África de violento sol ni fatigada de vientos
importunos como Francia, antes medio virtuoso en estos dos extremos, del uno
admitiendo templado calor y del otro fértiles y sazonadas lluvias. Es abundante
de todas semillas, no avarienta para sí sola sino, pródiga para con la copia de
mantenimientos, enriquecerá Italia y sustentará Roma. //
No solamente se precia de trox de África, como Sicilia, pues es abundante en ella sola, en competencia del mundo junto, de todo, pues es rica de miel, vino y aceite; y no solo el hierro de España es el mejor, pues es madre de la mejor casta de caballos y en ella se crían los más ligeros. Ni es la tierra sola digna de alabanza, pues se les debe a los ricos metales de que siempre esta preñada, cuyo parto alimenta tantas ambiciones extranjeras; gran cantidad de lino y esparto, sin que haya tierra tan fértil de bermellón.
No es el curso de los ríos de España rápido, de
suerte que dañe, sino blando y apacible; sus aguas son bastantes para
fertilizar sin admitir corrientes que como los de Alemania //
Francia, Flandes y Italia tengan temerosos los
campos de inundaciones, recompensando el no ser navegables con dejarse tratar,
asegurando los labradores. Hácenlos orilla viñas y frutales, y son fértiles de
buena pesca, y más por la parte que se esconden en el océano, y algunos
arrastran arenas de oro llevándolas algunas.
Solo una espalda se llega al Pirineo f[r]ancés, por
las demás partes se ciñe del mar.
La forma de la tierra casi es cuadrada, solo para
desdecir algo desta figura por la parte que, apretada de los estrechos, se
arrima a los Pirineos, lo cual dio ocasión a que Estrabón tratando de la figura
de España, en el libro 3, diga: “.... al ocaso, la primera //
parte de todas España, semejante al cuero de un buey,
cuya parte extendida como cuello llega a la cercana celtica” [tachado: que
es lo que hemos dicho de los Pirineos]; lo demás vea en Estrabón quien lo
quisiere ver más largo y en su lugar.
Y volviendo al primer intento, la salud del cielo de
España es igual en todas sus partes, porque el espíritu del aire no es ofendido
con ningún aliento ni tiniebla de lagunas; a esto se llegan los aires del mar
que la bañan, continuamente frescos y nuevos, enmiendan los vapores de la
tierra y, peregrinando toda la provincia, orean el vaho terrestre y corrigen su
pesadumbre, con lo cual conservan en salud los lugares.
Esto dice de España, //
no español hijo apasionado, sino Justino de Trogo
Pompeo, y añade tantas alabanzas de la paciencia, fortaleza, sufrimiento y
magnanimidad de sus hijos, que por no hacer largo el capítulo dejo de
referirlas; en él están para quien no los conociere en España misma. Solo
notaré que la tierra que en España es tenida aun de los mismo españoles en
desprecio por ruda, pobre, bárbara y remota, poco favorecida de naturaleza, fea
con montes y áspera, mereció tales palabras de Justino y Trogo.
Los gallegos dicen que es de los griegos su origen.
Dejo la razón como es. Dice más adelante tratando de la tierra: “Galicia,
región //
fértil de metales, y de plomo, y de nimio o bermellón,
lo cual dio nombre al vecino río que, o corrompido
el vocablo por falta de una letra y adición de una tilde, llaman el Miño,
siendo su nombre el minio, tan rica de
oro, que muchas veces con el arado se sulcaban terrones de oro.
Hay en esta tierra un sagrado monte, por previlegios
de ciega y escura antigüedad, en el cual no tiene licencia el hierro para herir
tierra ni árbol; solo cuando la tierra es tocada (tachado:
herida) con rayo, que es
frecuente en ella, se permite coger el oro, como dádiva de dios.
Las mujeres tratan los campos y labranzas, y sirven
a las casas; y los hombres se divierten en armas y robos”.
No sé yo de cuál de las provincias que contra noso //
tros y nuestra España toman la pluma, ellos mismos
podrán escribir lo que del más escondido rincón
nuestro escribe Justino.
No refiero las grandezas de todas tres coronas –Aragón
y Portugal y Castilla– específicamente,
porque de todas en común se dice con el nombre de España. Solo se ha de
advertir que es tal la tierra, fertilidad, sitio, clima de España, que tenemos
en ella por güéspedes olvidados de sus patrias a todas las naciones, haciéndose
con nuestra comunicación ricos y dejándonos con la suya pobres y engañados que,
como dice Marcial, semper bonus tiro es”.
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