He pasado la tarde reordenando
el material secreto almacenado
en los ficheros del ordenador,
la mayor parte erótico. Confieso
que ha sido una tarea turbadora
y deliciosa con su qué de extraña,
tanta imaginación y tantos sueños
para los labios de desconocida,
para la piel del pecho descubierto
o entre los muslos que se abrían siempre
a mis ojos, alivio de las noches,
largas noches del cuerpo solitario,
que todos ocultamos por vergüenza,
por oscura razón de intimidad;
y vaya un estrambote para quienes
piensen que no es materia de los versos.
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