Novelas, novelas, novelas.... que se acumulan en los lugares en donde normalmente leo, y siempre alguna en la mochila de andar. Una novela no se lee como un poema, hay que detener algún tiempo y dedicarle mayor interés. El verso te puede atraer por su intensidad, aunque sea muy breve. La novela va modelando tu interés o disponiéndote al rechazo; a quien está acostumbrado a versos la novela le parece, casi desde las primera páginas, o desechable o merecedora de ese tiempo largo –casi, casi galicismo de long durée– que llega al placer del "roman fleuve". Una cierta glotonería –quizá indebida– me lleva a empezar una o varias cuando todavía no he terminado la que ya va mediada o boqueando.
El final de Vila-Matas se encabalgó co dos o tres más rechazadas (al mal escritor se le detecta fácilmente, tras las primeras páginas), hasta que topé con esa curiosidad, casi de laboratorio, que es La experiencia dramática de Sergio Chejfec –de la que habrá que dar mayor noticia– y mientras concedía al último Landero (Absolución) que terminara, subyugado por estilo y escenas, cayeron en mis manos Iosi Havilio y Rafael Chirbes.
Ahí fue ella, que me di cuenta pronto de que las dos necesitaban lectura lenta, gozosa. De manera que aparqué la relectura del tocho de Luis Goytisolo –fue la primera tesis que dirigí, sobre sus novelas, a J. Ortega, en universidad americana, ya va para treinta años–, que probablemente espera playas y veranos, y hube de decidir si centrarme en el autor de Crematorio o en el de Opendoor. Eso sí, dejé al lado unas cuantas que habrán de esperar, desde Juan Villoro a Rafael Reig o Antonio Orejudo.
De todos modos, ya las mismas librerías suelen separar, curiosamente, las novelas de formato ostentoso y lectura anodina, que se venden a miles, de las que realmente exigen al lector un pelín más de interés y una galería de reflexiones que le siguen manteniendo con cierta capacidad de crítica, es decir, que van más allá del consumo y diferencian las novelas de los helados. Dicho sea de paso, ninguna de las que asoman esta página son helados.
Y así llego al viernes pasado, cuando acudí a una mesa redonda o coloquio –el de la foto– organizado por dos colegas –José Teruel y Carmen Valcárcel– en homenaje y recuerdo de Carmen Martín Gaite, atraído sobre todo por la presencia de dos de los novelistas, a mi modo de ver, sobre cuyas obras merece la pena hablar, incluso discutir: Belén Gopegui y Rafael Chirbes, cuyas breves palabras en aquel coloquio, por lo demás, fueron ajustadas y certeras, no en vano detrás de Martín Gaite existe un universo creador y crítico, del que dan buena cuenta los dos volúmenes de Sonia Fernández Hoyos (de los que ya se dio noticia en este blog).
Coloquio sobre Martín Gaite |
Y sigo leyendo a Chirbes, un torrente novelesco construido con la fuerza y sabiduría de quien sabe traer a páginas ficticias todo lo que está pasando, pues En la orilla es, entre otras cosas, la novela de esto que llaman "la crisis", es decir de la explotación descarada del llamado "liberalismo", del capital, con todas sus consecuencias, en este caso sobre la maltratada costa levantina, lugar habitual de sus mejores recreaciones. La buena novela afecta sobremanera al lector, y Chirbes contiene dosis suficiente de droga mala que acorralan y que no permiten el sillón de orejas y la caña, lo que no sería válido si al mismo tiempo no estuviera acompañado de su sabiduría lingüística y su arquitectura narrativa, es decir, de lo que se llama una novela del año 2013.
Totalmente de acuerdo con aquello que llama "novela de crisis". Me fascina Chirbes por aquello que, sin perspectiva histórica alguna, se deja apreciar como todo un clásico. ¿Leyó usted "La buena letra"? Mucho más breve y bastante más basada en el ayer que en el hoy.
ResponderEliminarNunca había pensado en la literatura de manera alimenticia - o quizá sí, pero si llegar a darle nombre/verbo/realidad. Me gusta eso de "glotonería" literaria en el hecho de devorar libros, frente al carácter gourmet exquisito del lector de poesía.
Gran rincón, este suyo, dentro de la "blogosfera". Saludos atentos,
PeterP.
"La buena letra" es una de las pocas obras de Chirbes, creo, que todavía o he leído, y señalo lo de todavía, porque acabo de llevarla a la lista (¡tiempo, tiempo!); incluso le hemos publicado ("Disparos de un cazador") en una colección de clásicos que dirijo.
ResponderEliminarGracias.
Sigo tomando nota... Pablo, muchas gracias por estas notas y recomendaciones. Yo también terminé fascinada la "Absolución", creo que voy a leer la única que todavía no he leído de Landero (Hoy, Júpiter).
ResponderEliminarComprendo esa "glotonería", es un placer que solo conoce el buen lector, el deseo de empezar a leer ese libro ¡ya!
La lectura lenta y disfrutada de una novela es un plato exquisito, lo que sedimenta la novela es a veces mucho más profundo, la buena novela, que la intensidad del verso, del buen verso. Landero es un gran novelista, pero creo que necesita cambiar.
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