El silencio |
La Esperanza de Triana |
Segundo paso de la cofradía del Silencio |
Empecemos por algo muy sencillo: respetar los hábitos, las costumbres, los modos de vida de gentes en lugares distintos a los nuestros o con modos de pensar diferentes; y que la crítica no se manifieste nunca desde una perspectiva imposible, que desfigura la realidad obligatoriamente. Es decir: ir, dejarse llevar, mirar, intentar comprender, no hacerse el listo constantemente, tener paciencia.
Procesión en la Catedral |
La penitencia alcanza el grado supremo cuando los sevillanos proclaman el momento principal de la Semana Santa –la salida de la Macarena, el paso del Cristo de los Gitanos....–: miles de personas se desplazan por calles y plazas hasta colmar todo un barrio y allí esperan la llegada de la procesión, a veces detrás de una fila de treinta o cuarenta hileras, desde donde solo se distinguen los capirotes de los nazareno y el movimiento de marcha del paso, con sus reposos y ascensos, que se suelen aplaudir.
El público, al lado, suele entender y explicar. He visto más sevillanos que extranjeros; y también españoles de otras latitudes, entre los que era fácil de distinguir una colonia de catalanes. Eso sí, entre los tururús me ha parecido ver que hay damas; de hecho me enamoraron los gestos, los ojos y actitudes de esta nazarena que se sujeta el capirote por encima de la boca.
Me parece evidente que no se puede captar, entender, explicar un fenómeno tradicional como el de la Semana Santa con un par de alusiones más o menos graciosas, acertadas o frívolas; probablemente la cantidad de reflexiones en torno a la Semana Santa –la sevillana, por ejemplo– anularía cualquier intento de originalidad.
Hay un sin embargo importante que asumir y que arriesgar: cada uno de nosotros y en cada momento hemos de asumir desde nuestra insignificancia lo que nos ofrecen o lo que se produce, y tenemos derecho a hacerlo espontánea y naturalmente, guardando siempre cierto respeto a la historia. De hecho, yo he viajado con relatos muy antiguos en la mochila, que he contrastado con Ponz (finales del siglo XVIII), y he repasado algunas monografías sobre el libro sevillano o sobre la pintura del barroco; no está mal algún tipo de información. Permanece el sin embargo: ir, mirar, ver, experimentar, dejar que nos expliquen o nos informen.... y juzgar. Vivimos ahora.
Termino con otra acuarela alusiva, de García Rico, también de la exposición del Museo de Bellas Artes; y con uno de los rincones con mosaicos de la Plaza de España consagrados a Sevilla, aunque eso no me eximirá de recoger en un post una muestra adecuada del arte del azulejo.
Todo un placer, haber llegado hasta aquí y, conocer tu blog.
ResponderEliminarYa tienes una nueva seguidora.
Un beso
Nela
Muchas gracias, Nela.
ResponderEliminarGracias por sus reflexiones y, también, por sus aportaciones filológicas de toda una vida. Como profesor y como filólogo, gracias por todos sus escritos (en especial, sobre Quevedo, del que me declaro devoto) y, sobre todo, por sus agudas reflexiones de esta bitácora. Me atrevo a sugerirle la mía, a la que he dado un título clásico:
ResponderEliminarhttp://diadefiestaporlatarde.blogspot.com.es/
Un saludo admirado.
Muchas gracias por mi parte también. Ya me he asomado "a Finlandia".... Te deseo buen camino.
EliminarMe ha gustado mucho ver la denominación "tururús" para lo que en otros lugares llaman nazarenos. En Zamora, por razones similares a las de Palencia los llaman "merlús", según creo. Y en León usan el nombre que para mi gusto es el más bonito de todos, el sonoro "papones". No conozco más, pero es curioso que en la meseta exista esta variedad.
ResponderEliminarPapones es estupendo, desde luego. No lo había oído.
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