Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 14 de enero de 2016

El jardin de Shuzhuang (Gulangyu)

Dicen que el parque de Shu Zhuang, en Gulangy yuangu, es el parque más hermoso de China a orillas del mar.  Cuando en China se dice eso se está explicando que en aquel jardín hay y ocurren muchas cosas: cuevas, pabellones, juegos de agua, rocas.... Y así es. Es un laberinto de parque, que culmina, geográficamente, con un peculiar museo de pianos, del que no podré dar muestra gráfica porque no se permite sacar fotos y no he conseguido saber si había catálogo o cosa semejante, ya que la tienda-museo de la entrada estaba cerrada cuando yo terminé de recorrer parque y museo. La única foto que incluyo –bien se ve– se hizo desde fuera, y reproduce vagamente hasta al fotógrafo, que se refleja en el cristal de la vidriera.


El museo de pianos, muy peculiar, anclado en los grandes modelos pianísticos del romanticismo y posteriores, con pianos alemanes, franceses, americanos, austriacos, etc. de reconocida fama y referencias continuas  a Listz, Chopin, y otros grandes maestros. 
A mí me interesó desde el principio hacer una visita demorada a aquel lugar, que fue inicialmente construido en una fecha que siempre me ha resultado emblemática: 1913, es decir, el año en el que se concitan para cambiar todo, a través del arte, Stravinsky, Picasso, etc. Versión china del advenimiento de una nueva era. Lo construyó una millonaria taiwanesa; en 1956 pasó a manos oficiales; y hoy es un parque público, para el que hay pagar –muy poco, la verdad– para verlo. 


Tiene la curiosidad de que ha hermanado parque y mar, que en realidad es un diálogo constante en esta isla. Para un europeo quizá resulte excesivo el juego de jardines y pabellones, además de un laberinto de grutas; pero he visto que es lo que más gusta a los chinos, que lo han convertido en uno de los paseos más intrincados bordeando el mar. Particularmente llamativo es el camino construido al borde mismo del agua, muy sólido, de piedra, y que permite un itinerario aparentemente peligroso, al menos si el mar se embravece; aunque yo no he llegado a ver mar bravo durante mi estancia.




Es curioso, el jardín, como obra de arte, puede renovarse, evolucionar, cambiar, sin que aparentemente no se traicione su historia, ya centenaria. 
Una de las mejores playas de la isla se extiende al lado, de arena dorada, recogida, como se ve en la foto; pero es una playa para jugar en el arenal; el agua aquí no se toca.






No hay comentarios:

Publicar un comentario