El pasajero ha ido recogiendo balcones y fachadas, al comienzo del barrio barcelonés (Gracia) en donde suele parar; engolosinado con esos preciosos ojos del barrio, pronto se ha dado cuenta de que la misión era imposible, porque había demasiados y, como luego comprobaría, es una hermosa tarea que ya ha dado recolectas, libros, ensayos...
De manera que he buscado una librería con fondo adecuado; y en el camino, apareció lo de "y otras fachadas", menos conocidas quizá que las de algunas zonas de la calle Valencia o Ausias March, pero dando carácter y originalidad a Barcelona. Quizá habría de añadir el componente "flores y plantas"; pero a veces es difícil averiguar ––ahora en invierno– qué se enreda por las balaustradas y miradores. De hecho, en el carrer Bruniquer he preguntado a una vecina si la hilera de árboles eran jacarandas; y me ha dicho que no, pero que creía que sí que lo eran los de la plaza de Joanet, en donde termina la calle. Otra vez, misión imposible, desde luego. He terminado por recalar en Laia, librería grande y tradicional, donde he pasado la tarde hojeando libros y resistiendo pasteles con un buen café de mala leche (literalmente: un tipo de leche de larga duración que añaden en algunas cafeterías, que cambia el sabor del café para mal). El pastel del día –al que no resistí– estaba rico, pero la porción era tacaña.
Demasiado libro para lo que está en la calle y se puede disfrutar paseando, de modo que me he ido a la sección literaria, en donde está en libro lo que normalmente está en libro. De una sección a otra, hasta terminar –por vicio mío personal– en la sección de poesía actual; el desnivel era muy grande entre la poesía escrita en castellano-español (con libros de Juan Ramón Jiménez y cosas así, es decir, nada "actuales") y la poesía catalana, que me ha llevado mucho tiempo. Buscaba llevarme algo para leer en parques y playas y volver a tomar el pulso a lo que se cuece en verso en catalán. Los anaqueles ofrecían una veintena de novedades. No me decidí por el libro ilustrado de Gemma Gorga, porque es de hace tres años; y al final, para que el gasto no se llevara otros vicios posibles, me he comprado el de Susanna Rafart (En el teu nom, Valencia: Periferic, 2014) y los Sexenta-un poemes de Francesc Parcerisas (Barcelona: Quadderns Crema, 2014), que me han ayudado a sobrellevar el día, para asentar en mi espíritu pasteles y fachadas.
Los he leído en las tumbonas de piedra que miran al sol desde las cinco playas. Y además he traducido un par de poemas en cada caso, que, si me animo, aparecerán en este blog... O en otro, Victoria, que con tanta generosidad comentas algunas entradas, porque lo que querría era cerrar este blog –que ya cumplió sus cinco años– y, quizá, abrir otro anónimo y apartado. Tengo la intuición de que el ciclo de los blogs se encarrila a su fin, y que va a cambiar, no sé muy bien de qué manera. Es una intuición corroborada por el número de mis lectores, que fueron atrás más de dos cientos diarios, y que ahora ha descendido a un centenar.
Creo que la entrada anterior, que se llama "descenso", justifica en parte la maniobra.
El librito de Susanna Rafart, luminoso, bien conviene a los días de sol que ha regalado enero y que han encendido todos los colores de Barcelona, "ciutat de mar":
Els pins manlleven
paraules molt callades
de cambra closa.
Fugen las negras tórtores
de l'aigua lleu que crema.
Querido Pablo:
ResponderEliminarNo sé si conoces este fragmento que se atribuye a Borges y que dice que Quevedo nunca satirizó a gente importante que no fuera gordos o judíos. Yo creo que no fue así.
"Quevedo como satírico es muy raro. No se arriesgaba mucho: satirizaba, en España, a los franceses, a los reyes de Inglaterra... Se mantenía en el safe side. ¿Dijo algo contra los reyes de España, contra la religión católica? Satirizar gordos, cornudos, sastres, médicos, no es satirizar a nadie".
Te agradezco cualquier luz que me des sobre esto. Y aprovecho para pedirte que de ningún modo cierres el blog.
Un fuerte abrazo.
Juan Pablo.
Hola, Juan Pablo; el comentario de Borges es genuino, aunque no sé si literal. Lo que quiere decir, sin embargo, es mucho más profundo: Quevedo ocupó la tradición de la sátira, lo usual (viejos, gordos, cornudos....), y con ello quiere decir sencillamente que ejerció el arte verbal en ese campo, que se prestaba a ello muy acertadamente. Sin embargo para ser un satírico "histórico", es decir, real, al margen de los hábitos literarios, hubiera debido satirizar lo que en su tiempo ocurría (gentes, personas, etc.) Borges siente que no es así porque Quevedo –como hombre de su tiempo– vivía del mecenazgo, del halago a los nobles, de la conformidad con lo adquirido ("organicismo"). Esa es la sensación general cuando se lee su obra. Sin embargo, no es así siempre, hay páginas enormemente críticas, de matiz satírico, sobre todo en algunas de sus obras finales (La Hora de Todos, la segunda parte de Política de Dios...) y en su poesía.
ResponderEliminarTe diría que no redujeras su imagen a una sola dimensión: es muy rica, como la de todos.