cascotes bagatelas subterfugios
y nadie tras la noche nos espera
qué pena el desperdicio
de tus muslos
aquella tarde azul de primavera
todo eran pétalos
de lumbre rosa
con los picos nevados en caderas
las piernas que al abrirse reclamaban
el desorden mordido de
la seda
y cuánta pena que al cerrar los ojos
la fuga de botones en la lengua
cesaran de ser blandos cuando lejos
cesaran de ser duros cuando cerca
más no se supo que los cuerpos saben
cuando a solo ser cuerpo
al fin se entregan
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