Una de las actividades que encargo a mis sufridos alumnos de "Escritura creativa" está relacionada con las calles de Madrid. He escogido algunas de las más golosas para encargarles que las recorran –cada uno, una distinta– y
ejerzan de pintores verbales de lo que en ellas hay, ocurre, se adivina, se oye.... Incluso recurriendo a malas artes para conseguir la mejor escena, el buen diálogo, el movimiento de la calle y las gentes en el lugar apetecido.
La calle Santa Isabel, la del Pez, la de Santiago, Tres Peces, etc. Recuerdo que aparecen este año en el repertorio. En algunos casos incluso indico paradas obligadas, sugiero incursiones en establecimientos o diálogos necesarios: hay que hablar con los porteros de la calle del Pez, tomarse una cerveza en El palentino (puede ser una botella de agua o un café), buscar que la monjita guardesa de San Plácido nos enseñe la iglesia (previa propina, modesta), preguntar que por qué no abre La Caleta, descubrir la placa que recuerda a Goya, recoger una conversación en la barra de Bienteveo.... Y todo eso tiene que dar un resultado lingüístico, una redacción, un poema, un reportaje, etc. Veo que este año han dominado las calles de Lavapiés, aunque bien podrían haberse elegido otras muchas y de distintos barrios, particularmente de las zonas de Cuatro Caminos, Argüelles, Malasaña, Vallecas, Ventas, etc. particularmente aquellas en las que el bullicio urbano haya crecido y se haya desarrollado contra el viento y la marea de la crisis, que así se suele llamar el triunfo y robo del capital.
La calle tiene distintos modos de vida según hora, tiempo y
lugar. Quien se encargó, por ejemplo, de la calle Tres Peces fue por la mañana,
cuando esa callecita (que desemboca en Santa Isabel) cobra vida a partir de
media noche, normalmente. Para los amaneceres, mejor las calles con mercado
cerca, por ejemplo los alrededores del mismo mercado de Antón Martín, al lado;
o las calles de comercio muy vivo y no solo de vida nocturna. Las calles que
salen de Mesón de Paredes –de mayoristas, normalmente orientales– presentan un
espectáculo que recuerda a los zocos de ciudades árabes o a los barrios
comerciales de Estambul.
Las calles de Malasaña, en su mayoría, tienen doble cara, la
muy conocida, celebrada y grata de la noche, por supuesto; pero resultan muy
atractivas durante el día.
He elegido el recorrido de la calle Palma, cuya historia se podría trazar, porque es calle vieja y la
tiene, pero nos iba a desviar del tema de ahora, que es sencillamente su paseo
a la luz de la tarde, desde San Bernardo, de donde sale –dejando en la esquina
la placa a un escultor de los pimeros borbones (segunda foto) hasta que se da
uno de bruces con el Museo Municipal en Tribunal (primera foto), cerrado ya
hace más de tres años y sin que se adivine cuando nos van a dejar ver lo mucho
y bueno que dentro hay.
De por medio, uno echa una ojeada al monumento de la Plaza del Dos de Mayo; pero
solo voy a recorrer la calle, desde Tribunal a San Bernardo, con la parada
final en un pequeño y agradable lugar, en donde he tomado el mejor café de
Madrid, que sirven en todas sus variedades.
La Plaza del Dos de Mayo |
Por la mañana o a horas con luz por la tarde uno se
encontrará con bastantes establecimientos cerrados (los bares de copas), sin
embargo lucen los portales y escaparates de los restantes establecimientos.
En
su centro, una librería mítica Arrebato,
con curiosa oferta de libros de segunda mano y manteniendo todavía el tipo de
sus ediciones; pero casi enfrente hay un estudio o taller de teatro, ocupa más
de veinte metros de fachada una escuela de música y el edificio más elegante de
la calle un centro de publicidad y artes visuales; para que la cosa tengo su
sabor oficial, también a mitad de calle la escuela de artes y oficios
artísticos....
Imbuidas por aquel despertar de la imaginación, las restantes
tiendas se han contagiado y así,
mientras los escaparates de la frutería resultan ser de los más llamativos de
todo Madrid (y he comprobado que a precios razonables: el quilo de quiwis a
1,99), la señora de los arreglos ha decorado su tienda del mismo tenor moderno
y ha etiquetado el establecimiento como
“Arreglos Bueno’s”.
Las llamadas al paseante empiezan por esos rótulos: “By
Carmen ñu”, “Cabeza de Calabaza”, “Flamingos”, “qué bonito!”, “Au revoir
cinderella”, “Palmapapel”, “El Jardín del Bosco”, “Zapada Jam”, “Mas Mastropiero”,
“Ay mi madre!”, “Lola Loba”, “Lakart Kala”, “Synesthezia”, etc. con su chino al
cabo, por cierto, que no podía faltar en el arranque de la calle, al poco de
dejar San Bernardo.
Lo curioso es que a la gracia de los nombres no le va a la
zaga el tipo de comercio, pues si ya hemos hablado de la cantidad de talleres,
escuelas, lugares de artes (música, teatro, publicidad....), allí se ecuentran
diversos santuarios musicales, la tienda especializada de bicicletas “de cabra”
(entré para enterarme de lo que era aquello), extraños lugares de ropa, olores
o sabe dios qué como ese establecimiento en el que me dicen que si no tardo me
esperan toda la vida u otros que no he podido averiguar de qué son o van, como
el portalillo oscuro cargado de folletos.
Entre abrumado, curioso y excitado –no quería abandonar la
calle– tuve el mejor postre para el atardecer, entre en Toma café y me encontré
con un lugar grato, decorado a modo de lámpara con una gran bicicleta, en donde
saborée un exquisito café como hacia tiempo que no había probado. Quien me lo
había preparado se sonreía al lado de la máquina al ver mi cara sorbiendo
aquella delicia.... Le devolví la sonrisa, se lo dije y al contestarme noté su
acento porteño.
Tengo que volver.
M
Un recorrido guiado muy placentero. A veces, se toma el mejor café en el sitio más insospechado. Recuerdo que cuando vivía en Londres bebí el peor café que tomé en mi vida (Starbucks) y el mejor (en un pequeño bar brasileño de mi barrio).
ResponderEliminarLo de escribir, podías decirles a tus alumnos/as cómo me dijo a mí mi profe de la escuela pública cuando yo hacía mis primeras redacciones, "tú, háblale al papel".
:)
¡Anda que no tienen buen profesor!
Bicos.