Siempre me asombró que una de las obras más intensas de Quevedo no pudiera leerse o hubiera de leerse hoy precariamente. Ya hace bastante tiempo que lo dije en libro extenso, así como en otros trabajos menores. España defendida...., redactada en 1609, se conserva autógrafa en la Real Academia Española de la Historia. Es un ensayo extenso, comprometido, rico en matices que recorre los motivos que preocupaban a los españoles ¡de 1609!, el año de la tregua que sumió a media España en la melancolía senequista y provocó todo un rosario de lamentaciones en campo ajeno, por ejemplo la poesía religiosa de Lope o el mismo Heráclito Crsitiano de Quevedo. Solo Cervantes, que entonces estaba redactando la segunda parte de El Quijote, supo mantener la sonrisa.
La obra de Quevedo, sin embargo, continuó asombrosamente fuera de las recopilaciones –no la editó Fernández Guerra en la BAE– y jamás tuvo edición exenta, solo una transcripción –bastante fiel, por cierto– de S. Rose en la propia revista de la RAH, en 1918. Casi cien años son más que suficientes, considero, para volverla a editar, sobre todo porque no veo que nadie esté con esa labor. Hace unos meses retomé mis viejas fichas de la BUC, la riquísima biblioteca universitaria de Cambridge, en donde trabajé durante un curso, coincidiendo con mi periodo de profesor visitante allí. La edición aparecerá en nuestra colección de clásicoshispanicos.com. Esta es la primera de las tres o cuatro noticias que me gustaría dar sobre ella.
He dicho primero su interés biográfico e histórico. Quisiera ahora referirme a uno de sus motivos esenciales. España defendida... es un hito muy importante en lo que se suele llamar la leyenda negra, es decir, el conjunto de referencias negativas a la historia de España, lacra que se conformó a lo largo del siglo XVI y a la que Quevedo otorgó calidad al intentar "defender" a España, es decir, negar los aspectos negativos de esa creencia, oponiendo con vehemencia y pasión las virtudes que, según él, constituían la esencia de España. Vaya de añadido que fue Quevedo uno de nuestros escritores que con mayor contundencia defendió lo que era ser español y lo que no lo era, o quizá mejor: trazar fronteras para excluir e incluir.
En esta primera viñeta, además del facsímil de algunas páginas, entre ellas la primera, reproduzco la nota al lector, preliminar, a partir del manuscrito. También reproduciré otras partes sustanciales.
Al lector
La poca ambición de España, bien que sean culpados los
ingenios de ella, tienen en manos del olvido las cosas que merecieron más clara
voz de la fama; tal fue la ingratitud de sus escritores y el descuido, que
pareció desprecio a los extraños, juzgando faltaba que escribir y quien
escribiese; y así padeció la reputación de todos y sin duda hubieran // perdido
la memoria como la voz si fuera en su mano el olvido como el silencio. Poco
lugar dio la edad pasa[da] embarazada en armas a más de curiosos deseos del
ocio que hoy alcanzamos, para que, agradecidos y deudores dél, en pago demos a
la eternidad los peligros con que nos compraron la paz, amiga de buenas letras.
Hijo de España, escribo sus glorias, sea el referirlas religiosa lástima de
verlas escuras y no a ningunos ojos sea la satisfación en divulgarlas, pues del
trabajo que un estraño pidiera nombre de curioso y docto quiero // solo el de reconocido y piadoso.
Bien sé a cuántos
contradigo y reconozco los que se han de armar contra mí; mas no fuera yo
español si no buscara peligros despreciándolos antes para vencerlos después, y
lo haré con estas memorias, que serán las primeras que, desnudas de amor y miedo, se habrán visto sin disculpa de relaciones y historia (si este nombre merece)
en que se leerán los ojos y no los oídos del autor.
El pueblo de Quevedo, según Darío de Regoyos |
¡Qué texto tan hermoso el de Quevedo, Pablo! Estoy deseando que salga el libro. Unamuno, tan quevediano a ratos, también lamenta la falta de ambición de sus compatriotas al tiempo que se queja de la codicia.
ResponderEliminarGracias de nuevo
Me parece estupendo que se ponga al alcance del público ese texto, y además completo. ¡Gran iniciativa!
ResponderEliminarJulián Juderías lo citaba en cuatro ocasiones en su obra más conocida, "La Leyenda Negra", que acaba de reeditarse. Se quejaba Juderías -autor de una biografía de Quevedo, que terminó Bonilla San Martín- : "La primera, por orden cronológico, acaba de publicarse en el Boletín de la Real Academia de la Historia gracias a la tenacidad de un erudito norteamericano, el Sr. Selden Rose, de la Universidad de Berkeley. Su autor es Don Francisco de Quevedo y se titula España defendida y los tiempos de de ahora de las calumnias de los noveleros y sediciosos. Va dedicado el trabajo, hasta ahora inédito del autor de la Política de Dios, a Felipe III, y es una vibrante y erudita defensa de España contra las acusaciones de los extranjeros de aquel tiempo. Su fecha es la de 1609 y, por desgracia está sin terminar, no llegando más que al Capítulo IV"
Gracias, Concha, lo iré publicando poco a poco.
ResponderEliminarQuerido Luis Español, sí que se suele citar, como un hito más en el mar de la leyenda negra, desde Juderías hasta en la crítica más reciente (ya lo iré señalando); pero pocas veces se habrá podido leer el texto entero y anotado (necesita anotarse, por las citas cultas que atiborra). Selden Rose fue uno de los maestros de James O. Crosby, de donde procederá la rama de quevedismo norteamericano. Su lectura fue excelente, apenas he detectado una decena de errores.
Grcais, más, a los dos.
Bueno, el interés de la cita de Juderías es que recogía algo en aquel momento recién publicado -el artículo de S. Rose en el BRAH de 1916- para incorporalo a su trabajo. No podía reflejarlo en el texto original de "La Leyenda Negra" que redactó en 1913 y se publicó en 1914, así que lo incorporó a su edición de 1917 que es la que todos hemos leído y la que se ha reeditado desde entonces. Como el pobre Juderías murió en 1918 no sabemos qué más elementos habría ido añadiendo a su famoso trabajo...
EliminarTengo ganas de leer esa edición completa que nos promete, profesor. Recuerdo lo que disfruté con aquella inolvdiable biografía suya de Quevedo con que nos deleitó a todos... Había dentro una frase que yo le repetí incontables veces al bueno de Juan Balansó, aquella de "que para ver cuán poco caso hacen los dioses de las monarquías de la Tierra basta ver a quién se las dan"... Y Juan, siempre, se reía.
La edición irá con paso lento, porque necesito poner en claro el entramado de citas en las que Quevedo se apoya, implícita o explícitamente –hay textos en hebreo, en etrusco (así lo dice), árabe...–; en realidad lo que quiero es identificar con qué materiales –sobre todo libros– estaba trabajando, ya que pretendía erigirse el gran humanista de comienzos del siglo XVII, como Lipsio, que aleccionaba a reyes y poderosos. No lo consiguió.
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