Por encima de todos los tópicos a los que inevitablemente se asociará la figura de Gabriel García Márquez –fallecido hoy– su novela más famosa (Cien años de Soledad) y la constelación de sus restantes narraciones se quedarán asociadas a unos cuantos conceptos fundamentales, de entre los cuales sobresaldrán: el de la deslumbrante aparición de la narrativa hispanoamericana, y el llamado "realismo mágico".
Por los años en los que García Márquez comienza a ser leído –devorado– por los lectores más inquietos, en la década de los sesenta, la narración en lengua española sufría para salir al aire abierto de la imaginación, porque necesitaba –y lo era realmente– testimonial. Las salidas de tono (Alfanhui) pocas veces dieron un resultado de imaginación abierta, tan solo de imaginación lingüística y estilística (Tiempo de Silencio, de Martín Santos), que no quería desligarse del compromiso testimonial. De modo que cierto fue ese arrebato creador que abrió las puertas a uno de los viejos tesoros de la literatura: el universo de la imaginación. Y que nos vino de lejas tierras. Desde aquellos años y escrituras el acento sobre la literatura en lengua española pasó decididamente a hispanoamérica.
Si hoy miramos hacia atrás –medio siglo– nos damos cuenta del cambio de rumbo, del gesto de libertad que enriqueció nuestras letras, merced sobre todo a Gabriel García Márquez, cuyo recuerdo colocamos a la sombra de una haya roja y terminamos con una ilustración de retama blanca y la copa de un fresno.
Me gustó mucho tu elección de imágenes para ilustrar estas palabras de comentario y despedida
ResponderEliminarMe ha sabido a poco. ¿Podría dedicarle una "entradita" más, por favor?
ResponderEliminarInsertaré una entrada mayor en cuanto tengo más tiempo (¡época de exámenes!), anónimo. Gracias.
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