1
Me
he olvidado el lápiz de los versos
justo
hoy, vaya, que pasas por delante
con
un bikini que enseña lo que ocultas
y
se te ciñe al cuerpo como un guante.
Y
pasas y te miro y me suspendo
y
te pones los andares vacilantes,
aquellos
que se logran con vaivenes
y
que no hay ojos sanos que lo aguanten.
Pasa,
mujer, con tu armonía pasa,
será
mi turbación lo más discreta:
un
gesto imperceptible y anodino,
un
golpe emocional que me traspasa
y
me deja un tiempo en la cuneta.
Y
maldecir mi suerte y mi destino.
2
Este
verso parece enamorado,
azules
con puntilla y azucena,
verás
que, si me pilla descuidado,
rimará
con “amor” y con la “pena”;
el
verso no termina ni aun cansado
de
rumiar y rumiar esa cadena
y
añora un corazón deshabitado,
no
el canto que duele y enajena;
y
miro al mar y al horizonte miro,
por
todos lados la pasión que agobia
y
no salgo jamás de adolescente;
y
aun si protesto en el amor mi inspiro,
en
lo mismo que me produce fobia….
Preferiría
ser más indolente.
3
Un intelectual que no domine
las pasiones lo tiene en estas playas
complicado, por mucho que se afane
en mantener la dignidad, la calma.
Juncos adolescentes siegan la brisa
con la frágil dureza de las varas;
tensa el cuerpo maduro plenitud
cuando se entrega al roto mar que avanza.
Si medito, se rebelan reflexiones;
y si leo, las letras se atragantan,
que llevo abiertos en mis ojos viejos
dos ascuas encendidas, dos ventanas.
Y así he venido a ser lo que me ocurre,
lo que quiere la vida cuando pasa.
4
Las
gacelas de varas más flexibles
siegan
la luz cambiante de sus arcos,
se
mueven con el viento como espigas
en
un campo de mar azul dorado;
no
parece que sepan qué les lleva
ni
la emoción sutil que van creando
en
el mapa interior de las querencias
que
renuevan las playas del verano;
al
desnudo se atreven las gacelas
tendidas
hacia el sol o caminando
o en
un bosque de espumas que las olas
entregan
a estallido azul y blanco.
Gacelas
en mis ojos por la tarde
que
luego en mi recuerdo se han quedado.
y 5
Cuánto la vista queda regalada
al contemplar perfil y arquitectura
con que van sucediendo dulcemente
las láminas del aire en tu figura;
sabe el mar que tú pasas por la orilla,
por eso salta, se abre y transfigura,
serenidad templanza y ansiedad
atrapados al fin en compostura;
aquellas que no son las de mirarte
no son razón de estar, no son cordura,
tanto reposa ser con tu presencia
qué gota de pasión breve y madura
culmina todo lo que siento y canto:
ya tengo en mis ojos la hermosura.
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