Parece ser que no se
cumplen nunca
los viejos sueños de la
adolescencia
y que se quedan por ahí
perdidos
en los rincones de
canciones tristes;
vamos, tristonas porque nos
recuerdan
que la belleza y la
felicidad
estaban en lugar
inexistente
y consistían en dejar
flotando
algo indeterminado,
incompatible
con lo que nos pasó luego
realmente
en el primer recodo del
camino
al renunciar a ser como
queríamos.
Y que esto no es poesía,
me critican.
Es que a los versos les
pasó lo mismo.
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