Lugares especiales del viejo Madrid, la Plaza de San Ildefonso |
A los lugares de investigación, a las exposiciones, a los centros documentales, están llegando los hispanistas –más tarde que las golondrinas–, fieles a su tarea, firmes en su cariño a la cultura española o en lengua españolas, lo cual no quiere decir que incondicionales valedores de lo que aquí ocurre. Suelen llegar, como es natural, coincidiendo con los finales de periodo académico, antes o después de las vacaciones largas, algunas veces para quedarse durante todas las vacaciones, compaginando las dificultades de la consulta –periódicos, manuscritos, documentos, textos, exposiciones– con el gazpacho, la horchata y las noches de teatro o de música.
Casa tipica madrileña (en Malasaña) |
Para la semana que viene espero la llegada de un puñado de hispanistas italianos: especialistas en el romancero, en Castillejo, en poesía actual, en tonadillas....; y de franceses, que se unirán a los que ya se han adelantado y se apresuran a ver la exposición sobre Góngora, dudan sobre si ver al último Rafael, el de Prado, o los códices de Leonardo; preguntan por la cartelera y por las últimas películas españolas, pierden una tarde en las librerías y me preguntan que por qué sigue cerrada la librería Hiperión, donde se nutrían de textos actuales, pero también de su fondo árabe hispano, judeeoespañol, etc.
calle en el viejo Madrid (por Noviciado) |
A veces no se puede atender a todos ni estar con cada uno el tiempo que se merecen, porque además de venir y trabajar, también traen, aunque no sean muy conscientes de ello, noticias, experiencias, el aire fresco de cómo nos están mirando, qué están haciendo, qué está ocurriendo con nuestra cultura en el Reino Unido, en los Países Bajos, en el Magreb, en China.... Ayer en la Biblioteca Nacional estuve con varios: Vicente Pérez de León venía de Australia (Melbourne) con sus saberes cervantinos dispuestos a aplicarlos a nuestra colección de clásicos; Margaret Geer llegaba –es asidua– de Duque University, siempre a la sala Cervantes; ella me presentó a Melissa Machit, que trabaja sobre Guillén en Harvard; mientras hablábamos, otro fijo de la BNE, Josef Snow, definitivamente reconvertido en "Pepe Nieve", emprende tareas nuevas ahora que acaba de publicar una detallada y completa bibliografía alfonsina; por allí andaba Laura Dolfi (Parma), entre el teatro de Góngora y los autores de la Generación del 27; Estelle Garbay, venida de Toulouse, y que sigue trabajando sobre Osuna, el franciscano de los abecedarios; Faulhaber, el medievalista de California, que recoge todos los manuscritos del siglo XIII.... Y muchos que no conozco, a quienes delata su tez peculiar, su barba blanca, su ropa un matiz exótica o informal, el legajo de papeles con caracteres árabes, etc. Y eso son los madrileños, pues la gozosa invasión alcanza a otros muchos lugares (Barcelona, Sevilla, Valencia...), por no hablar de los más aventureros, los itinerantes, que se atreven con Andalucía en pleno mes de julio o que peregrinan a Santiago.
Museo de la Biblioteca Nacional de España |
En la Biblioteca Nacional, la mayoría baja pronto a la cafetería para la comida del mediodía (¡esos horarios españoles, tan tardíos!); yo le concedí media hora de adelanto a Christopher Maurer (Boston), para juntos hacer una repaso a tareas y deberes; buen ejemplo para subrayar lo que antes decía de nuestro conocimiento sobre lo que se está haciendo: me contó por encima la exposición en la Public Libray de Nueva York, para el año próximo, sobre Lorca, con itinerario que, deduje, que al menos va a parar en Granada; edición y versión inglesa de Poeta en Nueva York.... Todo muy interesante, aunque yo más le pregunté sobre la edición de un valioso manuscrito poético de los siglos XVI-XVII en la Houghton Library de Harvard.
No hay tiempo para todo; habrá que quedar con unos y otros para terminar la charla, ajustar fechas y tareas, completar panoramas. Una editora americana de teatro clásico me pregunta por las reseñas que hubieran podido aparecer de los tres volúmenes del Diccionario Filológico de Literatura Española, en donde todo se ha almacenado cuidadosamente para poder seguir trabajando, ellos y nosotros, con ayuda de varios centenares de especialistas. Ninguna le dije. Se asombra. "¿Y cómo recibieron la noticia en periódicos, suplementos literarios, revistas profesionales?". No hubo ninguna noticia. Es algo que no existió: ni siquiera hubo una nota mínima que dijera que se había hecho, en los suplementos tipo Babelia, el del cultural del ABC, etc., por lo general plagados de largas reseñas a infumables volúmenes de extraña fonética. Más asombro.
La Biblioteca Nacional se va vaciando poco a poco hacia las siete de la tarde: juega españa al fútbol.
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