Ciudades y ciudades y ciudades;
ya no consiguen atrapar los ojos
tantos colores, ni saber sus calles
ni recordar rincones ni paisajes;
ya solo queda recogido dentro
lo que se vino con una sonrisa
o con palabras se fraguó y canciones;
solo queda lo humano, desprendido.
Nadie sabe por qué lo que termina
permanece aleteando en la memoria
y sortea la mugre del olvido
resistiéndose a ser arrinconado,
como si la semilla de la vida
tan solo germinara en los secretos.
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