He pasado el día de Santiago en Galicia, entre playa, festejo y ceremonia. Y leo asiduamente "La voz de Galicia", que es un buen periódico, sentado en la terraza del café Pinzón, al que dedicaremos algunas consideraciones más adelante, pues se trata de un café paradisíaco en donde lo más gozoso consiste en acordarse del viejo, caluroso, entrañable Madrid a las cuatro de la tarde, que es cuando yo tomo café y abro mi ordenador. La brisa de la ría, bajo el emparrado, casi que pide jersey. Y el café de Galicia –por la vieja tradición americana– es excelente, todavía se va directamente a los latidos del corazón; incluso hay una marca que así se llama, "El gallego", como otras muchas de productos antaño "coloniales" que ya no se encuentran en el interior. El caso es que sí que hay algunos aspectos que preocupan, que se echan de menos en medio de este aparato de apóstoles y mariscos. Echo de menos la lectura, lo que de la lectura se deriva. En la tiendecita de los periódicos que regenta Agustín llegan todas las ofertas de todas las publicaciones periódicas; pero no parece que plúteos y anaqueles se muevan mucho con otra cosa. De manera que he decidido pasar al ataque e ilustrar esta entradilla con una vieja representación del apóstol, la de la iglesia parroquial de Mazuecos (lugar de mi tierra, Palencia), en la que el apóstol (segunda mitad del siglo XV), tallado sin duda por algún artesano local, aparece leyendo un libro. A saber qué libro leía el Apóstol. Hagamos con él. Ya saben ustedes que a la Virgen María le pilló el ángel leyendo, mírenlo en la representación de una parte del retablo que estuvo en Villamediana (y hoy se conserva en el Museo diocesano de Palencia). Que nos pillen leyendo.
Y leyendo y leyendo me doy cuenta de que la inmigración no ha saturado todavía muchos de estos lugares; pero que si lo hiciera, podría actuar de modo distinto a como ocurre en Cataluña (Lérida, Tarragona...), es decir modernizando las costumbres de algunos lugares y de algunas gentes. No sé si aquí se produciría el escándalo de los trajes. Acostumbrado como estoy a ver las cosas también con perspectiva histórica, me doy cuenta de la reiteración del conflicto, como siempre que hay roce cultural. Véase si no lo que escribía León Pinelo sobre costumbres extrañas, en 1623, y eso que León Pinelo se había pasado mucho tiempo en Indias, en el Perú. No valen las respuestas de entonces, por eso no las expongo. Cada día, cada año, cada época pide posturas, diálogos, soluciones distintas.
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