Uno ya se ha habituado a que, cuando hay entradas controladas y recinto cerrado, en China quiere decir que aquellos jardines merecen la pena. Y así en uno de los más extensos, majestuosos, variados y rico de todos los que he ido viendo: el Manting Park en Jinghong, viejo de casi mil años, y con una curiosa mezcla de elementos tahitianos –o de las minorías cercanas– y chinos
En el parque, como siempre, juega un papel esencial el agua, normalmente río convertido en lago, que de la manera más natural del mundo obliga a puentes, pabellones, etc. En este caso, algunos lugares del parque albergan comunidades religiosas, también curiosamente mezcladas con ingredientes mercantiles –todo se vende, y lo que no se vende, se presenta desde una perspectiva mercantil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario