Entiéndase bien: no podremos reconstruir nunca con nuestra tarea ni con nuestra inteligencia un fragmento mínimo de vida real, de existencia. Confesión paladina, que a tantos historiadores ha hecho meditar, viene a cuento de quienes me preguntan que para cuándo la segunda edición de una biografía de Quevedo, que publiqué en 1998. Para nunca, digo de modo entre tajante y dramático. ¿No hay nada nuevo?, me dicen, de alguna manera.
Sí, muchísimas cosas se han ido acumulando y algunas otras habría que corregir; pero me he dado cuenta ya hace tiempo de que, aunque rehaga minuto a minuto su vida –o la de un día–, el esfuerzo no me va a servir más que para reproducir elementos externos, algunos ideológicos, otros alejados... de algo que nunca obtendré totalmente, a no ser que fabrique otro quevedo y con la máquina del tiempo me traslade a 1580. Es al contrario, en algún momento el historiador ha de saber salir de ese esfuerzo documental hacia fuera, para trazar el "objeto mental" que le permita adquirir el conocimiento histórico de la persona o de la época; y eso es lo válido, no lo otro. Cierto que hay que saber guardar una adecuada proporción entre distancia y proximidad: no se puede intentar obtener ese conocimiento histórico adecuado sin un mínimo de conocimiento de los datos reales; pero se perderá esa posibilidad del panorama si tanto nos acercamos que solo somos capaces de ver anécdotas de la vida diaria.
Sí, muchísimas cosas se han ido acumulando y algunas otras habría que corregir; pero me he dado cuenta ya hace tiempo de que, aunque rehaga minuto a minuto su vida –o la de un día–, el esfuerzo no me va a servir más que para reproducir elementos externos, algunos ideológicos, otros alejados... de algo que nunca obtendré totalmente, a no ser que fabrique otro quevedo y con la máquina del tiempo me traslade a 1580. Es al contrario, en algún momento el historiador ha de saber salir de ese esfuerzo documental hacia fuera, para trazar el "objeto mental" que le permita adquirir el conocimiento histórico de la persona o de la época; y eso es lo válido, no lo otro. Cierto que hay que saber guardar una adecuada proporción entre distancia y proximidad: no se puede intentar obtener ese conocimiento histórico adecuado sin un mínimo de conocimiento de los datos reales; pero se perderá esa posibilidad del panorama si tanto nos acercamos que solo somos capaces de ver anécdotas de la vida diaria.
De manera que si encuentro en el ms. 12962/66 de la BNE, entre los papeles que se copiaron de los de Moratín, un par de hojas con las casas que ocuparon algunos cómicos durante el s. XVII en Madrid, en donde dice que Quevedo tenía una casa en la Calle del Niño, tasada en 30 ducados, “y había sido de María de la Paz”, pues lo copia, sin mucho entusiasmo, y lo dejo ahí. O si en la caja de ms. 12964/52 de la misma biblioteca topo con una carta de Gerónimo de Vera en la que critica el Para todos, de Montalbán, fechada en Salamanca, a 4 de julio de 1632, pues más de lo mismo. Un centenar largo de veces me ha debido ocurrir eso, en ocasiones con datos más o menos golosos (libros anotados de su propiedad, censuras a libros ajenos, autógrafos, colecciones documentales enteras...) Trabajan a mi alrededor investigadores jóvenes, alguno de los cuales podrá aprovechar todo el material acumulado.
Y no se trata solo de datos biográficos, también los hay sobre su obra y sus ediciones. En la RAE, el ms. RM 6880 [colección Rodríguez-Moñino], el Cancionero de Fabio, no citado por Bonneville, dice en lomo Cancionero del siglo XVI; lleva una nota autógrafa de Rodríguez-Moñino al comienzo que señala que es del Dr. Garay (en la p. 177 un copista lo identifica con el citado Fabio) y que procede de la biblioteca de Cotarelo; se vendió a la muerte de su hijo Armando y RM lo adquirió junto con el Buscón, (en Anuario de Letras [UNAM], VI-VII (1966-1967), 81-134.] Habrá que reconstruir con datos como ese la historia de los ejemplares del Buscón.
Y en fin, también se trata de circunstancias históricas: siempre quise saber si Quevedo asistió al "estreno mundial" del Requiem del padre Victoria (por cierto acaba de salir nueva edición discográfica), en las Descalzas Reales, compuesto a la muerte de la Emperatriz; y tenía localizado el sermón, inédito, de fray Juan de los Ángeles (no se publica en la edición de la BAC); en donde no se dice nada, pero hay que conjugarlo con las pp. 560-566 del ms. 11773 de la BNE en las que Diego de Urbina, criado de su majestad, nos relata las honras a la Emperatriz el martes y el miércoles 19 de marzo de 1603. Quevedo no estaba en Madrid esos días, vaya por dios.
Las noticias vienen de documentación perdida frecuentemente, pero en otros casos de fuentes directamente informadoras, como las gacetas: el 17 de diciembre de 1617, Gerónimo Gascón de Torquemada, (en la Gaçeta, ms. 10303, f. 46): "A los 17 hiço su magestad merced de dos hávitos de Santiago, el uno a don Juan de Salazar, secretario del duque de Uceda, con dos mil ducados de renta, y el otro a don Francisco de Quevedo, con mil". Yo había publicado y creído que no le reportaba más ganancia que la casi simbólica del pan y la sal.
El noticiero y el papeleo está por todos lados, como corresponde a la actividad del autor; por ejemplo, para el asunto del padre Mariana, España defendida y la actuación de Quevedo durante esos años convendría echar una ojeada al "L'antimariana" de 1610 (Bibliothèque Mazarine de Paris, FD 835-7)...
En fin, también estoy esperando que los descendientes de Quevedo me permitan publicar los datos históricos sobre su genealogía y patrimonio, que no son los que se dice que son.
Es tanta la acumulación de datos, fuentes, documentos... que naturalmente alguien habrá de emprender con nuevas fuerzas nueva biografía; yo insistiría que sin caer en la tentación de acumular más y más datos. En todo caso, los mejores fondos documentales sobre la vida y la obra de Quevedo han aparecido durante los últimos años y ahora se pueden consultar, en su mayoría se pueden consultar. Yo mismo poseo uno de ellos, de unos 500 documentos y un centenar de microfilmes que se está catalogando, para depositarlo en el centro y quevediano de La Torre de Juan Abad y que allí pueda ser consultado por todos.
Lo más difícil de llevar es cuando noticias que son patrañas y supercherías acaban por convertirse en datos históricos "irrefutables", como el de los huesos de Quevedo, o el de sus restos, o el de la celda en la que murió en Villanueva de los Infantes. Va un par de fotos de la celda tal y como la amuebló y dispuso –para que la vieran mejor los turistas– un cronista local: yo estaba presente, hablé con él, le aconsejé que lo dijera, que no era realidad sino reconstrucción y obtuve varias fotos. Quede como testimonio.
De otra naturaleza son las mentiras filológicas, que muchas hay, verbo y gracia Roncero –que se dice "catedrático de la universidad de Nueva York", cuando edita España defendida... como si nada tuviera que ver con la leyenda negra, como un eco más de un motivo literario ("laus"), sin historia. Pero esas nos llevan a otro terreno.
Ya va muy cargada esta noticia, que voy a ilustrar con autógrafos recién descubiertos, retratos inéditos, documentos nuevos...