Es un problema viajar y mantener el blog al mismo tiempo, sobre todo cuando se viaja a lugares no demasiado contaminados por la técnica, aunque Hangzhou, en la China del medio este –ciudad bellísima– sufre de esa contaminación parcial en teléfonos, edificios nuevos y otras gaitas, que contrastan con la belleza de su enorme lago y la rudeza de otros aspectos de la vida: todavía los vendedores callejeros, el río de gente que deambula y se afana, el amontonamiento de lugares artesanales, sobre todo de comida, el exceso de gente para un mismo trabajo, cierta malicia primitiva en el modo de ofrecer, vender, tratar....
No tengo mucho tiempo para comentar estas cosas; prefiero ir con los ojos bien abiertos al mercado de noche o recorrer los larguísimos paseos que bordean el lago, entre sauces y plátanos podados para que den sombras, con el tronco torcido. No ha dejado de llover durante las últimas veinticuatro horas, lo que no parece importar demasiado a la gente, que se acerca, por la noche para contemplar en el lago un espectáculo de luz y sonido bajo los paraguas.
El viajero ha terminado muy cansado –tantos viajes– y se repara con un te muy historiado, junto al lago, mientras pule versos y ensaya tonos, porque todavía no logra hacerse entender y mucha gente le habla o contesta en inglés.
La verdad es que he dejado que la tarde se vaya entre grises –sigue lloviendo– mientras anoto y fotografío los platitos que acompañan a un te verde muy suave y aromático, elegido por consejo del camarero entre la veintena de variedades: observo que las hojas se deshacen en la boca, se pueden comer. De los muchos platitos que me traen de vez en cuando reconozco las acerolas, los liches, los pistachos, la sandía y el mango cortados, las pipas de girasol.... Pero no conozco otros tantos, que fotografío y cuyo nombre pregunto cuando vienen a reponer el te, que se mantiene caliente en una estufita de vela al lado. La chica que me sirve me lo dice, pero no me atrevo a preguntarle cómo se escribe, son ya demasiadas preguntas:
La raya oscura de sus ojos se abre
como una almendra dulce cuando ríe
nunca posa sus ojos en los míos
que la buscan, la miran y la siguen....
Se hace tarde; la gente se acuesta bastante pronto y a las siete la ciudad ya está completamente viva. Los versos no se han terminado, pero es mejor dejarlos por el momento. Tengo que ir copiando y traduciendo todo lo que veo porque es la única manera de avanzar。 小 心 地 hua... No encuentro en el diccionario de mi Ipad hua (resbalar): "Cuidado el suelo resbala" dicen muchos avisos en el suelo, junto al lago. Me ha sido sencillo, es lo mismo que hay escrito en la bañera del cuarto de baño.
Tampoco sé si es fruta o qué lo que se vende por las calles –y la gente compra, como en la foto. Lo averiguaré.
Con un té sirven tantos aperitivos? Madre mia!
ResponderEliminarQué envidia me das Pablo! Visitar un país tan distinto al nuestro tiene que ser una completa aventura.
Seguro que las fotos muestran una pequeñísima parte de la belleza de ese lugar.
Te seguiré las aventuras a través del blog, :)
Bicos.
Gracias, Ohma. Bicos grandes
EliminarQue bonito bodegon!
ResponderEliminar¡Qué sorpresa!, llegó a su paraíso terrenal, rodeado de esos ojos y esas mujeres que le gustan tanto ... que lo disfrute mucho. Las fotos son muy bonitas. No le ha hecho falta ir al otro mundo para llegar al paraíso de su preferencia.
ResponderEliminarHola, anónimo. Aquí, como en todos lados, hay abundancia de todo, desde lo hermoso a lo grotesco; peto tienes razón en una cosa, me siento feliz entre esta gente –la mayoría de esta gente– y solo lamento no dominar el idioma. En cuanto a las damas, sí, creo que la belleza oriental supera a las otras, pero eso es muy subjetivo, también lo sé. Y en fin, el modo de vida que aquí llevo es, digamos, más austero y libre, lo que suele ser un aditamento al "voy a hacer lo que quiero". Brazos.
ResponderEliminar