Parece que ha habido un interregno de medio siglo. En las elecciones de ayer asoma, una vez más, el viejo enfrentamiento de las dos españas y resucita una vez más el mosaico de nuestra historia, con todos los gestos que el historiador conoce a pies juntillas: los grupos nacionalistas, con el catalán como eje, las manchas anarquistas, la violencia, los pésimos gobernantes incapaces de no mirarse el ombligo, la arrolladora presencia de la derecha pasional, el sustrato demoledor de una juventud distraída, la educación por los suelos, la españa huida –por trabajo, cansancio, hartura..., y así hasta la saciedad. Es verdad que nunca la historia se repite exactamente; pero son tantos los signos de que lo que está fermentando y acaba de estallar es muy parecido a lo que ya sabemos....
Templanza y cordura no van a serenar un campo en el que ya se han producido signos inequívocos de ruptura de la convivencia, cada vez más evidentes, más radicales. Y cada vez parece más inútil intentar convencer alrededor de que somos muchos, distintos, plurales, cada uno con sus circunstancias, ideas, proyectos... Te abren la cabeza con una bandera, con un "nacionalismo" (¿qué será eso?), te insultan, te vejan, te escupen. La posibilidad de hablar es cada vez menor; retrocede al oscuro rincón de los secretos, mientras uno contempla con pavor el cenáculo de los políticos, en donde, embadurnados de privilegios, cada grupúsculo se aferra a sus ideas.
Mosaico carpetobetónico. Mal camino para los que quieren imponer su presencia y sus ideas, al tiempo que proclaman –en falso– que escuchan y respetan a los demás.
Hola, Pablo. Veo casualmente que has recuperado tu blog y me alegro. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices en esta entrada. Gracias por seguir compartiendo. Una antigua alumna.
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