Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 17 de noviembre de 2019

jardines y versos


Siguiendo la indicación de Verónica –véase el capítulo anterior–, fui una tarde velazqueña al Huerto del Retiro, en donde se anunciaba discretamente la presentación de Luciano Labajos –jardinero mayor que fue del Retiro– de un  libro de "Jaikus...", cuya portada reproduzco.  El estudio de Velázquez –como he explicado en algún lugar– miraba a la vega del Manzanares, lo mismo que el largo paseo del Retiro que atraviesa la plaza del Ángel Caído y dejando enorme pinos y eucaliptos a su derecha, después de atravesar las agujas amarillas de los liquidámbares que miran hacia el campo de almendros, entra a su izquierda por un caminillo que llega al Huerto.
Impresionante el juego del horizonte, el de muchos cuadros de Velázquez.


Pero antes, el viajero que ha recorrido el paseo de coches –abelias, cedros, madroños....– ha podido admirar la larga hilera de madroños cargados de frutos. Y se los ha ido comiendo, como postre, porque el recital estaba señalado para las 16,30.



El huerto familiar del Retiro estaba, como siempre, agradable, con sus bancales con plantas de cultivo domésticas y setos de lavanda, abrótano macho, romero.... los normales en Castilla. Algo invernal, pero todavía vistoso.


Y el recital. La salita llena, a lo que colegí, de jardineros. El vate poeta explicó aquel librito y todo lo que dijo estaba lleno de buen sentido: los momentos fugaces de quien vive en comunión con su entorno y con la naturaleza, que puede recoger con unas "pocas palabras verdaderas" (la frase machadiana abría su presentación). Lo son, en el libro, palabras verdaderas, resultados verbales de personas que han aprendido a mirar alrededor y dentro de sí; y que han extremado su lengua natural para fijar lo que sienten. Esa debería de ser una función de la poesía, del lenguaje.


Un acto sencillo y profundo, al mismo tiempo, que terminó con la invitación a que todos los que formábamos el público compusiéramos un haiku, que luego leímos.
Anochecía cuando volví a casa, con mi libro de Haikus, comprado, debajo del brazo.





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