Son distintos los rincones, las figuras, el mar quizá –más denso–.... Palma de Mallorca mantiene la belleza en el aire, las callejuelas, las plazas, un cierto bullicio internacional de gentes venidas a recoger sol, la perennidad de los naranjos y limoneros.
El peregrino ha ido a reunirse con los muchos hermanos que tiene, en donde vive una de ellas, motivo con que la tribu, ya muy dispersa, se ha juntado y jaleado recuerdos; se hablaba inglés, francés, mallorquín, ¿árabe?..... pues el apellido único cuando vivíamos los seis hermanos –el año pasado murió el mayor– ha ido a parar a sitios tan dispersos como Corea, Rusia, Inglaterra, Irlanda, Francia.... Y desde luego se hablaba en español o castellano, aunque los más alejados y algunos de los más pequeños ya no podían con la /r/ vibrante. Y como también se unió a nosotros una vieja amiga china de Qingdao (Xiaoming), el mandarín también caracoleaba. La tribu superaba la veintena.
Juntos nos fuimos en el trenecito que de Palma va a Soller, encantador, pero un timo para los turistas, de precio desorbitado (32 euros ida y vuelta), y allí, rodeados de alemanes, entre naranjos, paseamos junto al mar. También estuvimos en Binisalem, precioso lugar en el interior, en donde vive parte de la familia mallorquina: los almendros ya han perdido la flor, pero naranjos y limoneros iluminan el gris de los olivos centenarios y compiten con los pinos.
Quizá lo más hermoso era que los más jóvenes se reunían, obviamente, hacían plato aparte y se entendían, entre risas, a las mil maravillas: la china hablaba en inglés con el francés; mi hermana inglesa chapurreaba francés con los hijos del hermano bretón (que de allí, de Saint Nazaire, viene una rama). No había ningún problema, más bien un motivo de fiesta y comprensión generosa.
Las dos ramas familiares de origen son vasco navarra (Jauralde), y catalana-mallorquina (Pou), y este peregrino, que sufre mucho con los idiomas, que aprendió tarde y mal, nació en Castilla (Palencia, lugar del exilio paterno), se trasladó a los 13 años a Madrid, estudió en Madrid, Salamanca y Rennes; tiene hijos valencianos, ha trabajado largo tiempo en Andalucía (Granada); y mantiene una casiña en Galicia. No suelo entender los problemas de emigraciones, exilios y fronteras, vamos no como problemas sino como regalo.
Obviamente, pasé un rato con Chopin, algo desangelado estaba en su busto –llovía–; pero yo tarareaba los preludios, algunos de los que compuso en la Cartuja.
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