Una de las tareas que estoy llevando a cabo consiste en una especie de barrido general para recoger en mi red las fuentes originales que documentan las relaciones España-China durante los siglos XVI y XVII. Uno de los hitos de mi recuperación documental, que por cierto voy a integrar en un conjunto de investigaciones –aportación minúscula– de un proyecto de los historiadores de la Pompeu Fabra, la constituye el repertorio documental que llegaba a Madrid, al centro de la Monarquía Hispánica; esa es una de las razones por las que ya he recogido toda la documentación que al respecto he encontrado tanto en el Archivo como en la Biblioteca del Palacio Real, tarea en la que me he encontrado con la ayuda inteligente de sus bibliotecarios y de su directora, María Luisa López Vidriero. Y por eso mismo traigo ahora a comentario otro documento excepcional, bien conocido, pero en lo que se me alcanza no utilizado desde esta perspectiva: el Indice de los libros que tiene su Majestad en la Torre Alta desde Alcázar de Madrid, Año de 1637, que se conserva manuscrito en la Biblioteca Nacional de España, junto a otros muchos índices de la biblioteca del mismo Alcázar.
El documento es excepcional por otras muchas razones relacionadas. El año (1637), apenas un lustro antes de que Portugal iniciara nuevamente la independencia... y sin embargo el inventario mantiene como repertorio extenso y apartado el que titula "Del reyno de Portugal, y su India, China, Japón, Philipinas y Etyopia", como si la conjunción de las dos viejas monarquías ibéricas nunca se hubieran fusionado. De hecho, otro de los apartados que merecería comentario es cómo se ha partido temáticamente el campo, con largos epígrafes y apartados para leyes, filosofía, etc. y un peso abrumador para la Historia y, de su mano la Geografía, disciplina en auge, como bien se sabe. Pero eso nos llevaría muy lejos.
Lo curioso y lo que quería subrayar es que muchos libros sobre los nuevos descubrimientos llegaban indudablemente a Palacio, en donde estaba recogido ya todo lo más importante de América y en donde se hubieran podido leer así mismo los relatos más extensos sobre China, Japón, Filipinas, etc., incluyendo ya las primeras recopilaciones de las órdenes religiosas: Antonio Colazo, Ribadeneyra, etc. incluso en versiones distintas, como la italiana de Ludovico Arrivabene (de 1599).
Eso sí, existe una curiosa mezcolanza de lugares, mares, países y reinos que lo único que significa es que el mundo todavía se estaba haciendo y que no existía conciencia clara de dónde empezaba una tierra y por donde discurrían las fronteras: "En los acabos del mundo", que es una frase que me gusta repetir y que recojo de Bernardo de Valbuena, al entrar tierra adentro en América del Sur. De la misma manera que el repertorio bibliográfico refleja, y aun lo hará durante bastante tiempo, una confusión babélica –latín, portugués, español...– y una mezcolanza ideológica, particularmente por la intromisión de elementos religiosos, con su sobrecarga de fanatismo.
Lamentablemente, las reproducciones son de mala calidad, pues el manuscrito no está digitalizado y las copas del microfilme son penosas, hasta el punto de que he tenido que hacer mil maniobras de ordenador para que fuera legible. Es una de esas cosas que ocurren hoy en la Biblioteca Nacional de España, dedicada a bailes de salón y campañas publicitarias en tanto los fondos y el servicio se deterioran cada vez más. Gritando hacia afuera, deteriorada dentro. Al aire de los tiempos.
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