No es un trabalenguas, sino lo que de verdad ocurre: tres islas hay en el lago de Hangzhou, y la más grande de todas contiene dentro, a su vez, otro lago. Los chinos hacen un juego con el reflejo de la luna sobre el espejo de tantas aguas, lo que no es sino un modo de admirar la belleza de todo lo que rodea al lago en los diversos momentos del día: al amanecer, cuando se levanta la niebla, al atardecer, cuando el sol se va detrás de las colinas, cuando hay luna llena, cuando se refleja la pagoda cercana, cuando juegan las estrellas en las estelas que en el agua dejan las barcazas.... En Hangzhou puede uno quedarse, en cualquier rincón de sus múltiples paseos, a ver cómo el tiempo sucede.
El viajero, que escribe versos desde hace mucho, pero que ya no piensa publicar ninguno más –ha publicado cinco libros– ha tenido y mantenido la codicia de organizar, con ilustraciones incluidas, un Cancionero de Hangzhou, que guarda unas treinta composiciones referidas a sus viajes a China, con parada casi siempre en Hangzhou. Lo haré, sin prisas. De hecho, Clara, que vive ahora en Hangzhou, ya me ha realizado una primera lectura. No me parece mal este desmentido de uno mismo.
Volvemos al lago, porque las más de las ilustraciones se refieren al día que visitamos –viajo con mi hijo, Javi– la isla del lago que tiene un lago. Allí va uno tomando alguna de las barcazas que salen de la costa de la ciudad, de todos lados, y después de una pequeña travesía de unos 20 minutos, en las que una guía va explicando lo más interesante, se desembarca en la isla grande, a la que no puede llegar ningún vehículo de ningún tipo –menos mal– y en donde no viven más que las plantas, las flores, los canales, el lago interior.... y unos cuantos quioscos con venta de lo usual (bebidas, recuerdos, paraguas, comidilla...) En nuestro pequeño viaje, hicimos amigos que nos acompañaron a recorrer la isla.
Una vez allí, se para el tiempo y uno se puede quedar el tiempo que quiera, para coger un barco de vuelta semejante, hacia cualquier lugar, después de haber reposado el espíritu y haber mantenido la excitación estética, pues todo se ha trazado allí en función del triunfo de la naturaleza ordenada por el hombre: el hombre ha dejado los rincones poéticos (alguno de los lugares de los siete famosos "escenarios poéticos", por ejemplo el de los ibiscos), ha trazado caminillos, puentes, ha integrado su arquitectura cubierta, ha replantado constantemente y ha dejado que sigan su carrera los viejos sauces, alguno de los cuales –dice la placa– alcanzan los 220 años de antigüedad.
Volvimos ya muy tarde, después de habernos comido varios cubitos de fideos (mian tiao, son japoneses en realidad, los comercializa una marca japonesa), seguidos de un pinchilin, y de haber dudado mucho sobre qué barco nos volvería mejor a la costa, pues queríamos, ya que el día era soleado, volver a contemplar el atardecer sobre el lago, antes de volver a España.
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