Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 17 de septiembre de 2019

Hualien (Formosa)



También este Mende lerenda anda haciendo algo de patria -mientras retumba nuestro himno con los triunfos de Nadal,  el baloncesto de aquí al lado, etc.-, pues en el largo recorrido por la isla de Formosa -para entendernos, Taiwán- he parado en Hualien, desde donde escribo- y terminaré mi circuito en Keelung. Ya sé que eso no dice mucho, pero mientras Quevedo se iba a servir a Osuna en Nápoles (1613), los españoles desembarcaban en Hualien, en donde buscaban oro, y poco después se establecían en Keelung, que en mis documentos se llama “Santísima Trinidad”. Las denominaciones ya no dicen mucho, pues enseguida vinieron holandeses, franceses.... hasta las últimas invasiones de japoneses y americanos, que son realmente los que se han quedado con la isla; basta con ver la cantidad de Mac Donald, Starbucks, pollos fritos de JFK, Mac, etc., por no hablar de los cazas que sobrevuelan la costa. De manera que hago su tanto de patria historia en mano, aunque no me gusta mucho eso, y hubiera preferido que el mundial de baloncesto lo hubiese ganado argentina, humillada por el oro del Barcelona. Ya me dirán ustedes las patrias del Real Madrid o del Barca, logradas a golpe de talonario en un mercado que tiene muy poco de “nacional”. Bueno. Centrémonos en lo de Formosa. 

Todas las guías turísticas, incluyendo Trip advisor, que es la peor y aquí adorna los puestos de maíz de los mercados nocturnos, citan como pueden lugares “patrios” (ya estamos otra vez): casas abandonadas por los japoneses, cabañas de la vieja tribu, pinares, etc. Y se olvidan, con todo, de la joya de Hualien: un largo paseo (calculo que de más de ocho kilómetros) que bordea el Pacífico, primorosamente arreglado como los Taiwaneses saben hacer: mar a un lado, con pedregales a modo de playa, tierra protectora de la madre naturaleza, largo paseo para gentes perdidas, como yo, y ciclistas. Detrás un extenso bosque de frutales, con ibiscos y otras plantas, y a lo lejos, telón de fondo de la ciudad, la inmensidad de las moles de la isla, que llegan hasta los 4000 metros, casi siempre enredadas con las nubes. Maravilloso paseo que ha desaparecido de las guías mejores.


Y al final, en uno de los extremos, un barito donde van a cenar los lugareños, y en donde yo pienso terminar con una pasta frita con gambas, 虾仁炒面,xia ren chao mian, que irá, como todo, con su foto. Por cierto, he añadido el lugar a Google, en donde no estaba.









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