Hoy ha sido el día de la Biblioteca Nacional de Taiwan, en Taipéi, un vicio inevitable que nunca puedo resistir, pues me he educado a través de lectura y libros, y no me puedo desprender de que en ellos -libros y lectura- estriba uno de los modos, al menos, de alcanzar a saber algo y de adquirir el arte de pensar. Habrá otros.
La BNT es espléndida, también en el uso que de ella se hace, pues el salón general estaba lleno, de gente mayoritariamente joven, supongo que estudiantes.
Me han dejado visitarla a fondo, aunque la planta de reservados, como domingo, estaba cerrada. Impresionante la sala del quinto piso, la Mateo Ricci, dedicada a estudios del Pacífico. Conozco pocas lugares en donde se haya depositado tanta publicación sobre el tema que me interesa; en Barcelona, la sección sobre China de la biblioteca Pompeu Fabra, que probablemente formó mi admirado colega Manel Ollé. Me he apresurado a escribir a Shi, que con él hace la tesis allí, para instarle una vez más a que amplíe y profundice el campo. La desatada bibliografía, sobre todo inglés y francesa, que se sigue publicando sobre ese tema, sigue basándose en recolectas, comentarios, repertorios, crítica, etc. sobre fuentes originales, que suelen estar en portugués, español o latín. Y eso es lo que todavía puede permitir el progreso en dichos estudios: trabajar con fuentes que, al menos durante más de un siglo (desde 1511), suelen seguir inéditas o escasamente trabajadas.
La serie fotográfica muestra varias tomas de la BNT, incluyendo su final, unos fideos recalentados, de cincuenta céntimos, que el investigador se tomó en la planta sótano de la Biblioteca, para reparar el espíritu.
Reparado el espíritu con el postre de un helado, el investigador, salió fuera, frente al excesivo monumento al general Chang Kai. Cheng, que me río yo de Felipe II y de Franco, sobre todo después de haber visitado su última casa en Qingdao. Lo atravesé, sin detenerme demasiado, para ir al gran parque de Taipéi, en El Barrio de Dan, En donde escribo esta croniquilla, sentado en un banco, con una taiwanesa al lado -se sentó luego-, que por ahora no departe. Habré de tratar del precioso barrio (lo llaman distrito por contagio americano: "qu") de Dan, elegante, animado y diverso.
La juventud de Taiwan enhebraba bailes de moda en la gran explanada del monumento al general nacionalista, sin tener conciencia clara, al parecer, de lo que aquel recinto significaba en la historia de su país. También de eso habrá de tratar con mayor cuidado, pues era uno de los muchos aspectos interesantes de Taiwan.
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