时光一去不复返 (el tiempo del pasado no se puede recuperar)
Como es el último día, me he ido a uno de los parques más cercanos, que se llama “parque de la juventud”, a tan solo un par de kilómetros, y después de atravesar un mercado -me he comido un plátano- me he sentado en una especie de invernadero, pues empezaba a llover, con calor, lo que es típico de Taipéi.
He aprendido bastantes cosas en esta capital, en la que mucha gente vive, prácticamente, fuera de sus casas, pues el tiempo lo permite; pero he aprendido sobre todo a saber que la culpa de quienes obraron mal e hicieron daño ha de pagarse o redimirse, y que un modo de pago es el conocimiento real y su inserción en la historia, la enseñanza. Solo así entiendo el ideario colectivo de chinos, japonés, filipinos, taiwaneses....
Me están devorando los mosquitos, invisibles. Voy a salir a comprar un -otro- paraguas, que luego tiro (cuestan un euro).
Y el caso es que conocimiento e historia -que van de la mano- exigen un esfuerzo, que veo por todos lados -también entre mi gente- que resulta vano. Hasta tal punto se fomenta la simplificación y respuestas de la gente, que gran parte de la humanidad vive de espaldas a lo que significa conocimiento e historia: millones de personas entregadas al brillo de una pantalla, por ejemplo de teléfono, en donde se disponen figuras y colores. La imaginación se entrega a esa tarea, rutina que le anula todo lo que hubiera podido ser condición humana, es decir, lo que llamamos civilización. Quienes crearon ese entretenimiento -como otros muchos, claro- sabían lo que hacían. Y de ahí viene el empleo bastardo del término “cultura”.
Taiwan se ha convertido en un lugar de mercado, donde todo se compra y se vende, por imposición de la cultura norteamericana, que ha invadido casi todo. Casi todo, porque la Biblioteca Nacional de Taiwan estaba llena, en domingo.
Es maravillosa la resistencia de la condición humana, su avidez de saber y conocer, su capacidad para intuir la insatisfacción, la manipulación, la mentira,
Los mosquitos han acabado conmigo.
Los arrozales de Yilan terminan la entrada.
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