Bien conocido es el verso de Juan Gelman con el que abrimos el blog, para recoger algunos versos, noticias sueltas, algo que nos obligue a pensar en el poeta que acaba de fallecer. Aquel verso, entre otras cosas, dio título al libro homenaje con motivo del Premio Cervantes en 2007.
No es tanto Juan Gelman poeta de versos como de libros y de obra, aunque recuerdo que mientras le leía, la pedantería del filólogo me obligaba a pararme a recoger aquel verso o aquel otro, a considerar el modo de su creación y el resultado tan singular sobre su obra poética. Le dediqué, en su momento, algunas entradas de este mismo blog, una de ellas para fijarme en las variedades de sus sonetos (y sin anotar el "soneto disperso" de César Vallejo, en La junta luz, 1982); y la otra, que no terminé, para recopilar los constantes recuerdos quevedianos, que van también de libro (en el hoy y mañana y ayer, título de una antología) a verso (huesos que fuego a tanto amor han dado).
Gelman creó un universo poético propio hacia el que llevó todo, absolutamente todo, y como se trataba de hacerlo en poesía, construyó sin miedo a partir de una especie de surrealismo veteado de historia, dolor y belleza, "la belleza de todo lo creado". Ese universo incluye una gramática y un léxico muy peculiares, una transformación que se observa hasta en detalles menores (por ejemplo el sistema diacrítico), que a veces se adensaban hasta lo más abrupto, sobre todo en sus libros finales. El resultado es una obra poética inmensa y singular.
No es tanto Juan Gelman poeta de versos como de libros y de obra, aunque recuerdo que mientras le leía, la pedantería del filólogo me obligaba a pararme a recoger aquel verso o aquel otro, a considerar el modo de su creación y el resultado tan singular sobre su obra poética. Le dediqué, en su momento, algunas entradas de este mismo blog, una de ellas para fijarme en las variedades de sus sonetos (y sin anotar el "soneto disperso" de César Vallejo, en La junta luz, 1982); y la otra, que no terminé, para recopilar los constantes recuerdos quevedianos, que van también de libro (en el hoy y mañana y ayer, título de una antología) a verso (huesos que fuego a tanto amor han dado).
Gelman creó un universo poético propio hacia el que llevó todo, absolutamente todo, y como se trataba de hacerlo en poesía, construyó sin miedo a partir de una especie de surrealismo veteado de historia, dolor y belleza, "la belleza de todo lo creado". Ese universo incluye una gramática y un léxico muy peculiares, una transformación que se observa hasta en detalles menores (por ejemplo el sistema diacrítico), que a veces se adensaban hasta lo más abrupto, sobre todo en sus libros finales. El resultado es una obra poética inmensa y singular.
Y sí, desde luego, su historia –y su doloroso anecdotario– alimentan su voz, como no puede ser de otra manera; pero no parece oportuno ahora repetir una vez más todo aquello. Prevalecen sus versos.
Ha muerto ayer Juan Gelman, en México. Dio tiempo –en 2007– a decir, aquí, en España, que le leíamos y nos ayudaba a ser y a pensar, que es el mejor tributo que podemos hacer a un poeta, que necesitaba viajar.
NOTA V
no echés a la tristeza del fogón /
siéntese aquí a mi lado / vieja /
usté nunca me va a dejar /
perdóneme si la olvidé
si anduve de rabia en rabia
saliendo de un muerto entrando
a otro muerto o mundo roto /
si así viaje por estos años /
arrímese / tristeza / que
me hace frío tanta furia
y tanto puerto muerto y
necesito viajar / viajar
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