Hacia el Sur

1

Muy débil es la luz que el campo logra

mientras deja entre olivos y dehesas

que se vaya este tren con tanto ruido

para ver si a Granada a tiempo llega.

No hemos parado en Puertollano, creo,

estas lomas de pinos andan cerca

de los barrancos de Despeñaperros;

ya vamos a cruzar Sierra Morena.

Así es octubre: campos limpios, lluvias,

y las largas sombras que se llevan

los lentos días dulces virgilianos

que duplican la sombra en las laderas.

Absorto miro al horizonte. Hubiera

preferido mirar la luz con ella.

2

Pasado Loja, todo se oscurece

ya dejamos a Córdoba la llana,

casi vacío el tren –y es que es muy caro–

y no tienen qué hacer las azafatas;

una pena que sigan los raíles

anchos, los de antes; al cambiar las máquinas

se pierde todo lo que se ganó

mientras veloz la Mancha se cruzaba.

Paciencia y barajar, dijo el Quijote,

en aventura que no está lejana....

a veces esperamos –un raíl–

a que pase el que viene o el que aguarda.

Ofreciendo bebidas y galletas

han vuelto a desfilar las azafatas.

3

En primera no viajan chicas majas;

damas y caballeros como yo,

con tarjeta dorada y lentitud

de ademanes, tristeza no es, ni pena;

serenidad más bien, aceptación

de una vida que no dará sorpresas,

vaga conformidad con lo que no

se acepta, pero siempre reaparece,

incomprensible mezcla de la humana

condición que se impone contra todo

y nos habita si nos descuidamos

o paramos un poco a descansar.

Las azafatas son preciosas, sirven

sin mirar, aburridas y distantes.