Tanto los folletos explicativos como las cartelas del lugar explican que por aquellos sótanos pasó una historia olvidada y sórdida, de las que no dejan estela en nuestra memoria colectiva: manicomio, enfermería, prisión... almacén de restos humanos que estorban a la sociedad bienpensante, que prefiere relegarlos a lugar invisible. Poco ha cambiado todo eso, aun cuando si atisbamos algo semejante, hasta a veces protestamos tímidamente, pues no queremos que ocurra: lo queremos lejos, controlado, sin sustos para el trascurrir de la "vida normal". La vida normal sin embargo también debería aceptar esas caídas de la condición humana, el deterioro del tiempo, los estragos de la enfermedad, la brutalidad del animal; y debería insertarlos cabalmente en cualquier sistema de vida que organizáramos.
Patio y jardín del Museo Reina Sofía |
Hace tiempo que se dice, y defiende, que el transcurso de la historia no es progresivo, que la humanidad no siempre avanza, o no avanza en todos los frentes con la misma tenacidad que el tiempo –ese no se equivoca nunca–; de manera que reconocer las sombras de la historia es un notable ejercicio de reconocimiento propio, y la sabiduría –incluso la sabiduría de la ignorancia– ayuda a la toma de decisiones y a regular el paso, la carrera o los empujones de nuestra existencia.
simpáticos paseantes sin pies y sonrientes en las galerías del Centro de Arte |
La estación de Atocha desde los ascensores del Reina Sofía |
Qué casualidad, ayer estuve en el Reina Sofía, solo buscaba a un pintor en la cuarta planta. Pero antes de irme visité por un momento las escaleras, a veces me gusta subir y bajar por ellas. Junto con las galerias del claustro, también las rejas de las ventanas (por suerte no todas están tapadas), son las partes del edificio que mejor guardan lo que debió ser ese lugar duro y difícil, ... No sabía que estaba abierta esa sala de bóvedas, sin duda la habría visitado. Gracias por la noticia, Pablo.
ResponderEliminarManicomios, prisiones, hospitales, ya sabemos que son lugares habitados por el dolor y la tristeza. Inevitables, porque cuando menos lo esperamos allí estamos para darnos cuenta de cuan frágiles somos.
ResponderEliminarQuizás sean las clases más ricas las que más cierran los ojos para no verlos. Y es
porque saben que pueden hacerlo. Para los demás, están ahí, sabemos que están ahí.
Muy buenas tus reflexiones como siempre.
Bicos.