Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 27 de octubre de 2013

En los sótanos y bóvedas del Centro de Arte Reina Sofía (Madrid)



Tanto los folletos explicativos como las cartelas del lugar explican que por aquellos sótanos pasó una historia olvidada y sórdida, de las que no dejan estela en nuestra memoria colectiva: manicomio, enfermería, prisión... almacén de restos humanos que estorban a la sociedad bienpensante, que prefiere relegarlos a lugar invisible. Poco ha cambiado todo eso, aun cuando si atisbamos algo semejante, hasta a veces protestamos tímidamente, pues no queremos que ocurra: lo queremos lejos, controlado, sin sustos para el trascurrir de la "vida normal". La vida normal sin embargo también debería aceptar esas caídas de la condición humana, el deterioro del tiempo, los estragos de la enfermedad, la brutalidad del animal; y debería insertarlos cabalmente en cualquier sistema de vida que organizáramos.

Patio y jardín del Museo Reina Sofía
De manera que allí, durante un buen rato solo, y luego acompañado de una vigilante a la que "no le daba miedo" el lugar ni la historia, leí los textos y vi unas cuantas viejas películas, que se asociaban a la extrañeza de la conducta o que discurrían sobre los rincones de la historia.
Hace tiempo que se dice, y defiende, que el transcurso de la historia no es progresivo, que la humanidad no siempre avanza, o no avanza en todos los frentes con la misma tenacidad que el tiempo –ese no se equivoca nunca–; de manera que reconocer las sombras de la historia es un notable ejercicio de reconocimiento propio, y la sabiduría –incluso la sabiduría de la ignorancia– ayuda a la toma de decisiones y a regular el paso, la carrera o los empujones de nuestra existencia.

simpáticos paseantes sin pies y sonrientes
en las galerías del Centro de Arte
No hace falta que vuelva a exponer las razones por las que ese lugar –la bóveda y sótano del Reina Sofía– se ha reconstruido para alojar un lugar del Museo: los folletos explicatorios son suficientemente sugerentes –y subidos de tono: dicen más de lo que dice el lugar, que dice mucho–. El que firma A(lejandra) R(iera), arranca:  Existe lo que se expone y lo que, en el tumulto de un exceso de luz permanece escondido, reprimido. Existe lo que se oculta a la mirada, que está ahí, que estaba ahí ya antes de nuestra llegada....

La estación de Atocha desde los ascensores del Reina Sofía
Un largo texto teórico de Maya Deren (Un anagrama de ideas sobre el arte, la forma y el cine, de 1946) y la información sacada de una tesis de Dolores Muñoz Alonso (2010) sobre la historia del viejo hospital general de Madrid conforman la estructura teórica –escrita– sobre la que se ha organizado ese lugar como motivo de una exposición, o lo que sea. El texto de Maya Deren mantiene cierta actualidad, es evidente; en tanto los datos del trabajo histórico recuperan la parte de la historia que la pulida burguesía española no quiso conocer como parte de su sociedad, quizá mejor, como lugar oscuro de la condición humana.











2 comentarios:

  1. Qué casualidad, ayer estuve en el Reina Sofía, solo buscaba a un pintor en la cuarta planta. Pero antes de irme visité por un momento las escaleras, a veces me gusta subir y bajar por ellas. Junto con las galerias del claustro, también las rejas de las ventanas (por suerte no todas están tapadas), son las partes del edificio que mejor guardan lo que debió ser ese lugar duro y difícil, ... No sabía que estaba abierta esa sala de bóvedas, sin duda la habría visitado. Gracias por la noticia, Pablo.

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  2. Manicomios, prisiones, hospitales, ya sabemos que son lugares habitados por el dolor y la tristeza. Inevitables, porque cuando menos lo esperamos allí estamos para darnos cuenta de cuan frágiles somos.
    Quizás sean las clases más ricas las que más cierran los ojos para no verlos. Y es
    porque saben que pueden hacerlo. Para los demás, están ahí, sabemos que están ahí.
    Muy buenas tus reflexiones como siempre.
    Bicos.

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