Granada, ayer, desde la casa de Falla |
Dibujo de Alberti, para Lorca |
La cuesta del Realejo |
jazmines en el Palacio de los Patos |
Granada camina lentamente a la destrucción de lo que no sea mercancía turística de venta inmediata, de manera que el visitante ha constatado la invasión de todas las plazoletas, callejuelas, recodos, etc. por mesas de bares y restaurantes atestados de turistas. Resulta particularmente doloroso en la mayoría de las plazas y lugares abiertos –ya no lo son– y clamoroso en algunos otros emblemáticos como la Plaza de Bib-Rambla, de la que han desaparecido todos los puestos de flores –menos uno–, no para que la plaza quedara despejada, abierta, y lucieran mejor las fachadas –por ejemplo de la Curia–, sino para llenarla de terrazas, un cordón de terrazas turísticas, que la achican y convierte el alboroto de los estorninos que coronan los tilos en una melodía bares. El concejal que tuvo la brillante idea de borrar la belleza –y el perfume– ancestral de esa plaza, terminará por talar los tilos centenarios y pagar a cazadores para diezmar los pájaros.
La plaza de Bib Rambla, tomada por bares, sin los puestos de flores |
La Corrala |
Creo que nadie ha dicho nada; y no me corresponde a mí decirlo. En todo caso, he cambiado mi hospedaje habitual, en el Hotel Los Tilos de esa plaza, por otro en el Realejo, La Corrala, una recuperación de una vieja casa de vecindario: las habitaciones dan al patio central, no a la calle. Y he aprovechado la circunstancia para ver la exposición granadina de la Casa de los Tiros –un acierto, desde luego–, recorrer los patios de esa acera (entre ellas, la de la Chancillería, la casa de Francisco Suárez, etc.), acercarme a los dominicos, entrar en el claustro –hoy Colegio Mayor–, etc.; lo que siempre fue el Realejo, con su cuesta final, por un lado, y su bifurcación, por otro al Campo del Príncipe, desde donde ascendí a visitar la casa de Manuel de Fallas –allí vivió casi veinte años, hasta su exilio argentino.
La Huerta de San Vicente |
Acequias del parque de García Lorca |
De vuelta al Realejo, esta vez ya no me ha llamado la atención que fuera un barrio tomado por estudiantes, sobre todo extranjeros, que llenan los comercios, alquilan pisos y habitaciones y motivan a los muchos establecimientos de tapas, comida rápida, para llevar, etc. He aprovechado para comer y charlar con un fino y excelente poeta granadino, no comida rápida, sino lenta y conversada, en un remanso que él buscó (Albahaca) y que yo recordaba de cuando vivía aquí. Porque el viajero vivió aquí, claro, y desde la terraza de mi piso alquilado, en la C/ Valentín Barrecheguren, en la vecindad de don Emilio Orozco, maestro de granadinos, veía la estrecha calle de Elvira, “donde viven las manolas”, ahora convertida en un simpático zoco árabe.
Las ilustraciones que siguen son de la Casa de los Tiros, en donde había una acertada exposición granadina, de carácter histórico sobre todo. El dibujo pertenece a dicha exposición.
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