Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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jueves, 3 de diciembre de 2020

Sobre las "Soledades", de Góngora

Desde que hace casi cien años Dámaso Alonso editó las Soledades de Góngora (1927) y cambió lo que nos daba el manuscrito Chacón (que cuidó también Góngora) ha habido pocas variaciones, aunque los gongoristas de pro –Carreira, con vacilaciones; Jammes, resueltamente– han decidido volver a las largas series del manuscrito Chacón, al fin y al cabo al propio Góngora. De manera que hoy se mantiene una cierta confusión sobre cómo editar las silvas. Por lo general el editor actual rompe la secuencia de tiradas de hepta y endecasílabos para formar estancias…. Así vimos que ocurría con las silvas de Quevedo, que se pueden comparar con lo que hace en el famoso autógrafo de Nápoles. Pero voy ahora a otra cosa. La comparación con el autógrafo, en otro lugar.

En el caso de estudios más serios –como el de Jammes, de cuya métrica, por cierto hace tiempo que me ocupé– opta por seguir la secuencia del Chacón, con largas tiradas. El hispanista francés, en la sesuda discusión que precede a su edición (1994), discute, sin embargo, aspectos de la sintaxis y de la rima, pero no se ocupa nunca de la composición estrófica. Cosa rara. Algo sugiere Micó de vez en cuando, en sus preciosos ensayos gongorinos. Pero siempre me ha preocupado que en la edición clásica de las Soledades no se interrumpiera la tirada –si se ha de interrumpir– allí donde se abre estrofa. Quizá tengan culpa los pareados, que llenarían la página de blancos, y que en la configuración estrófica no podemos englobar en todo lo que ha sido antes un juego de rimas. Es decir AbCDdAEE no puede ser una octava, sino un sexteto con un pareado (AbCDdA+EE). En todo caso, sigue siendo un misterio cómo editar las silvas, todas, saltándose a la torera su forma métrica.... y lo que es peor, sin que se emplee el juego de su forma métrica para otro tipo de consideraciones. Verbo y gracia, Góngora crea una auténtica catedral métrica, por un lado; y lo que a mí más me interesa, provoca ondas de imitación, diferenciación y rechazo que repercuten en toda la poesía de su tiempo, por ejemplo en Quevedo. Todo eso ocurre desde mayo de 1613.
Es el caso que en las Soledades no hay ni un solo verso suelto, aparte algún error menor, subsanado, lo que puede interpretarse como “porrazo” (a la manera de Jáuregui) o como “sinfonía”, que es lo que a mí me admira, porque da pie a que del otro lado –las últimas silvas de Quevedo y su Sermón estoico– el polígrafo madrileño haga lo contrario…. con versos sueltos, lo cual se verá en este mismo lugar en unos días, aunque ya he adelantado algo.

Esa extraña musicalidad de las Soledades, basada en el juego estrófico y la distancia de algunas rimas, se acompaña de una verdadera ostentación estrófica que, sin duda, deslumbró al joven Quevedo cuando la leyó (1614). Quevedo todavía no se había atrevido a dejar muchos versos sueltos, sin rima, y se basaba esencialmente en el hábil manejo del sexteto-lira-; pero estaba empezando a escribir sus silvas liberando versos. Entonces leyó las Soledades.

Así se abre las Soledades: una décima-lira (suprimo el “lira” en adelante, siempre lo será), un septeto, un sexteto, cuatro pareados, otro cuarteto…. Y así sucesivamente (sería aburrido el análisis total, que he hecho), en donde se encuentran octavas-liras (52-59, 356-363, 405-412, etc.), sextetos (62-67, 76-81, 212-217, 259-264, 281-286, 297-302, 309-314, 344-349, 350-355, 368-374, 419-424, 440-446, etc.), décimas (473-481, 571-580, etc.) y formas más raras, como una novena (562-570)…. Es posible que me haya equivocado en algún caso, pero Góngora dilata esos componentes estróficos, se va atreviendo cada vez a más (lo observó bien Jammes en el caso de las rimas) hasta alcanzar la estrofa de 20 versos (958-977), en donde juega con el malabarismo de las rimas. Toda una sinfonía que deslumbró a todos, en su mayoría incapaces de esa expresión poética.
Quevedo reaccionó, desde luego, e intentó hacer lo mismo en los antípodas, es decir, fue dejando cada vez más versos sueltos y construyó su “Sermón estoico” (circa 1624-5) derrochando versos sueltos, que se asentaban en el ritmo y en otros efectos distintos de la rima. Ya lo veremos. También poetizó cosas distintas: la poetización de Góngora había sido sencillamente el puro arte poética; en las nuevas silvas de Quevedo se ensancha el sentido histórico y moral.
Pero no podemos ver nada de esto en las ediciones de Góngora.


¿Será posible que se vuelva a editar las Soledades de una manera cabal, que explique y subraye su composición?

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