Vamos a desarrollar algo más lo que ya adelantamos en la entrada anterior.
…….
esto que te pregunto,
y te prometo
de hurtarte al sol a fuerça
de arboleda,
y de hazer, que te
ignore
sed, que no fuere de
diuinos labios;
y de que bruto, y
torpe pie no pueda,
mientras el sol la seca margen dora
hazer a tu cristal turbios
agrauios,
darte he por
nacimiento,
no qual naturaleza
dura roca,
……
…….
esto que te pregunto: y
te prometo
de hurtarte al sol a
fuerza de arboleda,
y de hacer que te ignore
sed que no fuere de
divinos labios;
y de que bruto y torpe
pie no pueda,
mientras el sol la
seca margen dora,
hacer a tu cristal turbios
agravios.
Basta con ese fragmento. Hay cuatro estancias en la silva de Quevedo, tal y como la leemos en Blecua. Por cierto, en la próxima entradilla de este mismo blog nos preguntaremos sobre quién es el que establece las estancias de una silva, ya que en el original de Tres Musas (1670) no existe ese espaciado, en tanto en el manuscrito Chacón –también lo veremos– se sangra a la francesa de vez en cuando, no coincide eso con Jammes, Carreira, etc. (ilustraciones dos y tres).
El caso es que a los versos que nos interesan anteceden dos pareados y suceden dos cuartetos; porque esos versos forman perfectamente un sexteto, a los que tan aficionado fue Quevedo, sobre todo en las primeras silvas, con esta forma:
11A A de hurtarte al sol a fuerza de arboleda,
7b y de hacer que te ignore
11C sed que no fuere de divinos labios;
11 A y de que bruto y torpe pie no pueda,
11D mientras el sol la seca margen dora,
11C hacer a tu cristal turbios agravios
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