El viajero tiene terminada la edición de “campos de Castilla”, de Antonio Machado, la que no existió de 1917, subsumida en la antología y primeras completas de ese mismo año; de manera que en su viaje a Logroño -tesis dirigida por Delia, una de mis antiguas alumnas más inteligente y trabajadora- se ha parado en la “venta de Almazán”, como dice el poeta, para ver el Duero con el otoño a cuestas y tomarse unas borrajas al ajo arriero, mientras recuerda los viejos versos de don Antonio, muchos y ya entrañados, casi hechos míos.
Frío junto al DUERO y camino tortuoso hasta Logroño, que deja el alto llano para atravesar los antiguos pueblos de piedra. Al entrar en el túnel de Piqueras, agua nieve. Y luego, las inmensas formaciones arcillosas, que armonizan con el paisaje dorado, en donde rechina el color de los álamos desnudos, de los robles, empecinados en no perder sus hojas, y del verde apagado de pináceas. “Conmigo vais, mi corazón os lleva”.
Los versos de Antonio Machado también siempre van conmigo, mi corazón los lleva.
ResponderEliminarDe cada viaje haces un paisaje de palabras
ResponderEliminar