Durante estos días dispongo nuevamente los capítulos de métrica dispersos en mi blog para añadir nuevos textos, trabar el conjunto y predicar lo poco que de esto sé, la mayoría de las veces porque me lo suelen solicitar.
Pasé la jornada ayer en la Biblioteca Nacional de España, pues suelo apoyarme, siempre que puedo, en textos originales, lo que se entiende por primeras ediciones, normalmente al cuidado de los propios autores. E hice lo que pude, porque la BNE, lamentablemente, está cada vez más perdida, inmersa en un ciclo de saraos y festejos publicitarios mientras se deterioran los fondos y se aleja, cada vez más, de lo que hubiera debido ser su auténtica función. Podría citar decenas de casos, pero me basta con algo de lo que ayer consulté: primeras ediciones de libros métricamente muy ricos, tanto, que pocas veces se han analizado desde ese punto de vista: textos de Salvador Rueda, Juan Ramón Jiménez, Villaespesa, los Machado, Reina, Valle Inclán..... de entre siglos, en sus comienzos.
Uno de los textos que métricamente más me interesaba Baladas de Primavera, cuya primera edición hay que consultar en la sala general –se reparten sin criterio en varias salas, hay muchos en la sala Cervantes: el investigador va de la una a la otra– había padecido la operación de la cuchilla –aunque no se note–, que había arrancado la primera composición ("Dios está azul...."; la que se oye cantada por Lole y Manuel). El libro empieza por la página 15.; pero está también el índice. Lo dije a alguien de la sección. En casi todos los libros que consulté había destrozos y lamentos. Pero ya no me sale llorar.
Consulté ese libro, como Ninfeas, Almas de Violeta, Rimas, etc. porque en él compendia Juan Ramón su sabiduría juvenil como versificador y no he sabido de nadie que recorra el libro señalando lo que pasa métricamente –yo lo hice con Rimas, 1902, en el homenaje a Quilis–; y lo que pasa es de mucha enjundia, ya que destierra el octosílabo en todo el arranque del libro, que asienta sobre eneasílabos, y luego versifica maravillosamente sobre juegos rítmicos, en donde aparecen los decasílabos hemistiquiales, las series rítmicas, las mezclas de versos que parecían incapaces de conjugarse.... Todo el libro está creado como una sinfonía métrica, que espero que ponga en claro una de mis antiguas alumnas, y hoy doctoranda sobre este tema precisamente, Tibi.
Voy a emplear bastante material de este tipo para encarar desidias métricas actuales; ahora me bastará con dos ejemplos meridianos para quien quiera dejarse llevar; pero el lector puede intentar medir los ejemplos de las otras composiciones que reproduzco.
El poema XIV está escrito en decasílabos hemistiquiales, y esa es la única manera de leer este par de versos en él insertos. El decasílabo hemistiquial, lo mismo que el octosílabo hemistiquial (que también existe, con acento en cuarta) y el eneasílabo –como este– que pasa a ser hemistiquial, no suelen reconocerse, por ejemplo en la ejecución de versos de textos medievales:
"ya nunca vais por la pradera"
"verde de música de la floresta"
de la misma manera que el siguiente no es un endecasílabo, sino un dodecasílabo hemistiquial, como los de Rubén Darío:
"la tarde está azul, serena y dorada"
Y es que me he dado cuenta de que hay que volver a explicar todo desde el comienzo, cuidadosamente, para rehacer el edificio filológico de la métrica.
Las ilustraciones, que ya tenía desde hace tiempo (estoy preparando ediciones de Antonio Machado, que andaba por allí, con sus escarceos métricos también), son siempre de primeras ediciones, como he comentado:
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