Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 9 de octubre de 2016

El vate se va en bici al Retiro para ver si ha llegado el otoño

A petición de uno de los pocos lectores que quedan de este blog, un anónimo, esta mañana luminosa del primer otoño, después de haber escrito mis páginas de chino y de haber repasado largos pasajes del Libro del Buen Amor,  que se va a publicar en Clásicos Hispánicos, el vate –hoy no sabía muy bien si ser vate, viajero, paseante, madrileñista, u otra cosa– ha sacado una de las bicis del ayuntamiento en parada cercana y se ha ido al Retiro.... aunque no puedo llevar la máquina de fotos, sino la cámara del teléfono y del IPad, con lo que, de paso, criticaremos a esas multinacionales poderosísimas que andan, cada vez más y mejor, aumentando beneficios y dejando sin trabajo a la gente. Esta vez es SONY; mi cámara, pequeñita, sencilla, todavía con garantía, ha perdido una mínima pieza de plástico, que permite abrir y cerrar el lugar donde va la batería, y la he llevado a que la arreglen, primero, al lugar donde la compré, porque SONY ha suprimido su servicio técnico abierto al público; segundo, y en ese lugar me han dicho que tardarían ¡aproximadamente un mes en poner ese trocito de plástico! Que una multinacional (¿japonesa?) se permita ese infame servicio técnico.... Para que hubiera sido, como mínimo, normal, probablemente hubiera debido tener gente, mucha más gente, que evitara estas demoras, este trato aberrante que convierte algo tan sencillo en el reflejo de cómo ahora operan estas grandes compañías, que se apoyan constantemente en procesos informáticos, pero que desprecian a su público.
¿Cuántas veces hablamos hoy día con una cinta grabada o con una máquina, que además se permite contestarnos con "disculpe, no le he entendido bien"? A lo que yo suelo contestar, "Claro, es usted una máquina y no un humano", lo que parece que irrita más sus tornillos, pues reitera que mi español –soy castellano viejo; excepto leísmos, no hablo mal– no es bueno. No caiga usted en la tentación de decirle a la máquina un número ("pulse 1 si quiere, dos si....") pues entonces te envía por lugares erráticos, cada vez más lejanos, y uno puede acabar intentando comprar la manivela de una lavadora de la misma marca. Casi siempre hay que volver a empezar, a llamar por teléfono, normalmente de mucho pago (un 901 o un 902), y esperar a que te digan –a tu costa– tres o cuatro anuncios con los que promocionan alguno de sus artículos. La tentación sería –cuando por fin, después del último número que has pulsado, sale la máquina que te dice que has llegado a la sección de repuestos de lavadoras y con el mismo tono de voz te interroga sobre el color de la manivela de la lavadora–, la tentación sería preguntar llanamente, imbuido de curiosidad, "pero ¿tienen manivelas sus lavadoras?" ¡No hay que caer en ese prurito curioso!, porque entonces se empecina en contestarte que no te entiende y tú te rallas (¿se escribirá con "y" o con "ll"?) y rebotas con lo de que no es humano, y vuelta a empezar. 
¿Qué hacer en esa disyuntiva? Hay que encontrar al "agente", al humano, para lo cual existen trucos, que los clientes se pasan unos a otros como en secreto. Por ejemplo en Movistar, para los teléfonos, es mano de santo decir con voz grave y contundente: "Baja".  Enseguida aparece un "paraguayo" –quiero decir, con acento hispanoamericano– que probablemente te contesta desde Nicaragua y te explica cosas rarísimas. Lo del "paraguayo" tiene su qué, no se crea, como lo de las "japonesas".... En los anuncios de citas y encuentros de los periódicos de derechas, que es en donde más hay, y que yo leo con fervor vergonzante, la mayoría de las ofertas de "servicios" (otro día hablaremos de eso), son de "japonesas" y, últimamente, de "paraguayas". No es cierto, claro, las japonesas son todo tipo de orientales, sobre todo chinas, aunque no solo; y en "paraguayas" han concurrido todas las hispanoamericanas, incluyendo las brasileñas, las latinas. La cosa tiene su razón: no se trata de que la paraguayas o las japonesas sean más ágiles en estos quehaceres, sino, de paso, en degradar a unas y otras, así como quien no quiere la cosa.
Y me queda una coletilla: no se debe intentar con una multinacional realizar la gestión en ordenador o por escrito, porque entonces, después de perderse por pantallas varias, también cargadas de publicidad, acaba uno en un lugar en donde, alegremente, como si fuera la solución mejor, te piden que consultes "las preguntas más frecuentes" para ver si está la suya, o le remiten a un almacén de indignados, en donde cada uno expone su problema. Apple me envío el otro día a uno de esos lugares, que contenía un almacén de centenares de páginas. Pensé seriamente en pasar mi fin de semana leyendo entretenidamente aquello, incluso entrando en discusión con algún canadiense sobre si es mejor reinstalar el sistema operativo o poner mi mac de viaje debajo de un grifo.... ; pero luego miré por la ventana y vi el día de sol. Otoño no sé si habrá llegado, pero en las casas ya hace más frío que en la calle. 
Otro día, las fotos.



1 comentario:

  1. ¡Qué estrés!Sólo he recuperado la calma cuando he leído las últimas lineas del texto, y es que el sol lo cura todo.
    Espero con impaciencia las fotos.
    GRACIAS.

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