Hace tiempo que este investigador vagabundea por Madrid buscando papeles que pueda leer con los que redactar la cuarta entrega de las "Fuentes para la historia común de China y España". Descubrí no hace mucho que los de los franciscanos, históricos, referentes a China y oriente, podrían estar en una parroquia de Madrid, la de la calle Duque de Sexto, que de ellos dependía; y durante algún tiempo allí que me fui para preguntar. Dependiendo de a quién y cómo, las contestaciones eran diversas, hasta que supe que el franciscano que guardaba los papeles –¿archivero?– andaba "muy" enfermo, y que no era posible ver aquellos papeles. En una de las últimas visitas, antes del verano, la persona que me atendió me dijo que los papeles se habían guardado en cajas y se habían enviado a "San Dámaso", es decir, a la gran biblioteca eclesiástica de Madrid, sita en el Seminario Conciliar, al lado de San Francisco el Grande, en Madrid.
Allí que programé la mañana del lunes. Me fui a mi parada de bicimadrid, ahora que parece que el nuevo Ayuntamiento se las va a empezar a cargar, empezando por una "privatización" en ciernes, y tome la derrota de Atocha, Embajadores y Bailén. Delante de San Francisco había un aparcamiento de bicimadrid, pintiparado. A pie, encarrilé la calle Buenaventura y, después de admirar el juego de pinos centenarios, en los aledaños y en el jardín de la entrada, entré al claustro, el de las fotos. Al fondo estaba la biblioteca, canija, con dos amables señoras que atendían, en lo que a todas luces era la hemeroteca. Husmée las revistas (el lector debe saber que en algunas, por ejemplo en "Mayéutica" he publicado cosas) y me preguntaron las damas, sucesivamente, de menos saber a más saber, amables pordemás. Hube explicaciones con la más sabia, que me aseguró que allí no estaban, que probablemente estuvieran en el archivo de San Francisco, del templo, que ya había visto que andaba en obras y medio cerrado.
Me perdí un poco por allí, sin mala intención, hasta que un amabilísimo (¿sería franciscano?, van si hábito) caballero, Fernando, que estaba con un grupo preparando paquetes de comida, quizá para gente sin recursos, me dijo dónde tendría que preguntar y por quién. Pedro Gil se llama el archivero. Sin comentarios, porque el nombre es bien conocido históricamente, y además hay un pueblo, creo que de Jaén, que lo lleva, junto a "La Torre". En ese lugar redactó Machado un poemita...
Volví a admirar el juego de pinos, esta vez en un campito recuperado frente al templo, con su placa del Ayuntamiento y un montón de multinacionales patrocinadoras. La verdad es que estaba rodeado de historia y religiosidad y capitalismo.
Logré hablar con el "hermano portero" (yo lo llamo así, no sé....), quien por su parte llamó, por teléfono, a Pedro Gil, para que yo me pusiera ("no sé si está, sí que ha venido, pero a lo mejor ya se ha ido"). Nos pusimos y le expliqué, mientras el "hermano portero" (ya se va a quedar con ese nombre) vigilaba mi conversación, lo de la vieja parroquia, pero equivoqué el nombre, porque yo vivo muy cerca, y le dije que estaba en Lope de Rueda. Me corrigió sin reprenderme; pero no me podía recibir ni enseñar nada, porque no le había avisado y claro....; pero nos concertamos para que vuelva el miércoles.
Salí. Madrid estaba yéndose al otoño, y yo tenía media mañana y las Vistillas al lado. Fue mucha la tentación para que no encarrilara por el callejón de ese nombre, el de la foto, y me asomara a la plaza de Gabriel Miró, que es la de las Vistillas. Siempre que lo hago, recuerdo a Stefano Arata, que allí tenía su vivienda en Madrid: qué bien lo eligió. Las Vistillas y alrededores cambian según la estación, el sol, la noche y el día... Los viejos cafés y la Morería (que ahora tiene una estrella, de los franceses) estaban cerrados, el parque solitario, y la catedral, con lo fea que es, majestuosa. Lo dicen las fotos.
Me paré un rato delante de la oscura "violetera" en la esquina del parque, en donde no había mendigos acampados, como la última vez; –es una estatua más bien fea–, desde allí se veía el Seminario, y sobre la vega, el engendro que detrás de la catedral han construido ¿quién? La gracia seguía estando en aquel espacio, ahora recogido, de árboles y arena, que mantiene una terraza desde la que uno se asoma a las puestas de sol, velazaqueñas, de Madrid.
Chispeaba cuando volví, y hube de andar hasta el Circular, lejos, al lado del Jardín de la Reina, que se estaba remodelando (¿...?) y de mi viejo Instituto Cervantes, donde cursé el bachillerato. Me acordé de mis amigos, que me ganaban al futbolín, ahora que hacen campeonatos mundiales en León: Manolo Ariza, Jose García Blanco, Bernal, Yepes....
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