... porque este artilugio, como los restantes que por aquí andan –facebook, twiter, etc.– imponen sus normas, que se van al formato, la extensión, a veces censuran y controlan, a veces avisan, etc. A mí lo que más me suele preocupar es que no sé a donde han ido a parar las 3000 entradas de este blog y qué será de ellas. También me siente frecuentemente constreñido: no puedo colgar más imágenes, es muy extensa, esto tendría que ir a capítulos. De manera que.
De manera que voy a romper ligeramente, lo que pueda ahora, esa estructura, y a reiterar un motivo que apareció hace un par de días, el de mi visita al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el blanco edifico al borde del Raval que trazó Richard Meier, en diálogo con una capilla gótica, con los colegios, con los skater... casi una misión imposible, que luego rellenó de objetos raros o de laberintos. Un laberinto será el centro de esta entrada complementaria. No sé por qué dejé una de las mejores fotos sin publicar: la que conjugaba el laberinto con la figura humana y el marco del museo, esta:
La larga explicación de esta sala de espacios quebrados invoca a Perec y a sus instrucciones de uso; pero los espacios y sus objetos parece que tienen poco que ver con los oulipianos. Creo que vale más esa toma de la fotógrafa sobre la pared blanca de uno de los espacios. Y por eso lo repito.
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