Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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lunes, 2 de mayo de 2011

Métrica española (6). La determinación del ritmo

Para determinar el ritmo de un poema y de sus versos basta con echarse a leer: y entonces el ritmo cobra su sonoridad. Esta norma tan sencilla, que se apoya en la competencia del hablante, debe de ser matizada en varios puntos.

1º) La competencia actual puede no ser la misma de la que inspiró el ritmo de un verso de otra época. El famoso verso de Quevedo 

médulas que han gloriosamente ardido

se leería hoy como enfático puro (1.6.10) o como sáfico (1.4.6.8.10), pero pudo haberse compuesto entonces como una variedad del heroico (2.4.6.8.10).

La sorna de Góngora, defraudado y escéptico, le lleva a estos desplazamientos:

El conde, mi señor, se fue a Nales;      2.6.8.10
el Duque, mi señor, se fue a Frana:      2.6.8.10
príncipes, ¡buen vïaje!, que este día        (4).6.8.10
pesadumbre daré a unos caracoles...       3.6.10

El ritmo del poema se puede imponer con fuerza sobre la prosodia o al situar en posición rítmica una sílaba que no tendría por qué serlo, como en el caso de la sílaba –ban- del verso segundo, (y posiblemente el artículo las del tercero), en la “Canción del jinete” de Lorca, que lleva ritmo 1.3.6.(9) en los decasílabos y 3.5 en los hexasílabos:

6     En la luna negra      3.5
6     de los bandoleros,   (2).(3).5
6     cantan las espuelas. 1.5

6     Caballito negro.                        3.5
10   ¿Dónde llevas tu jinete muerto?    1.3.6.9
…….

2º) El grado de ensamblamiento entre prosodia y ritmo tampoco se logró de la noche a la mañana. En tanto los versos medievales, las coplas de arte mayor o menor, muestran, por ejemplo, curiosas distorsiones prosódicas provocadas por el ritmo, los versos de los poetas clásicos (los de los siglos xvi y xvii, particularmente) doblegaban con cierta frecuencia la pronunciación de algunos términos para hacerlos consonar en algún  tipo de ritmo. Y lo que es más llamativo, jugaban muy a su sabor con palabras (adverbios, pronombres, partículas...) de acentuación variable, para hacerlas resonar o callarse según la conveniencia del metro, cosa que hoy día se observa fácilmente en canciones populares y en las distorsiones a veces grotescas a que acuden los malos intérpretes de canciones.
3º) La lectura de un poema no está absolutamente prefigurada por el objeto poético, por el poema en verso, pero sí dirigida o controlada hacia un campo determinado de realizaciones, lo que viene a querer decir que son posibles múltiples realizaciones, pero no todas, no cualquiera.
4º) La serie versal puede imponer ritmos que serían difíciles de justificar prosódicamente, esto es, fuera de una sere rítmica.
5º) La entonación no cambia la identidad acentual de los versos; pero sí que obliga a curiosos juegos y matizaciones que permitan mantener –normalmente mediante la cantidad— la acentuación a pesar de los juegos tonales que la subsumen.

Con estas salvedades, recuperamos la lectura de un poema en verso para establecer su ritmo. Las secuencias de acentos que lo señalan se sucederán a lo largo del verso hiriendo unas sílabas sí y otras no. El resultado de esa primera lectura nos ofrece un primer esquema del ritmo, que no será sino el correlato de su realización prosódica, como en estos versos de Miguel Hernández: 
Por una senda van los hortelanos        (2).4.6.10  oooOoOoooOo
que es la sagrada hora del regreso...    (1).4.6.10 oooOoOoooOo

Una pronunciación afectada y lenta podría dar como resultado esta otra lectura, en la que se resalten los acentos secundarios:
Por una senda van los hortelanos        2.4.6.10   oOoOoOoooOo
que es la sagrada hora del regreso...   1.4.6.10   OooOoOoooOo

En este último caso hemos añadido acentos de apoyo o secundarios, que no son necesarios para la realización del ritmo, pero que se producen con normalidad como apoyos para la realización fonética del verso, de la misma manera que ha de haber otro secundario en la 8ª, para soportar la secuencia OoooO. Conviene insistir: la lengua española funciona fonéticamente poniendo en juego una ley, al parecer general, del ritmo, que es su tendencia a las series marcado/no marcado, de modo que cuando se produce una serie excesivamente larga de sílabas no acentuadas, introduce en esa secuencia una variación acentual: ó o o o ó > ó o ó o ó; es decir, repone la secuencia rítmica por antonomasia, lo que produce fenómenos lingüísticos harto conocidos, como la variación del timbre de las vocales átonas o la pérdida etimológica de las postónicas.
Esa misma norma ha de tenerse en cuenta cuando ocurre el caso contrario, es decir, la secuencia con dos o más acentos rítmicos seguidos. Si se trata de más de dos, la pronunciación resuelve la secuencia introduciendo variaciones, según la naturaleza semántica o sintáctica de las palabras afectadas, poniendo en juego efectos de entonación, o según el propio impulso rítmico de la frase en cuestión, de modo que: oóóó > o ó o ó. Es bastante probable que ocurra lo mismo en lo que se ha llamado “secuencia antirrítmica binaria” (Ferguson), es decir: oóóo > oóoo, o bien > ooóo.
Sin embargo, veces hay en donde la secuencia extrarrítmica (así la llamo yo) binaria lo que solicita es una pausa entre los dos acentos rítmicos:  oóóo >  oó.óo, incluso oó / óo
La métrica y el ritmo no son ciencias exactas, pero, si se tienen en cuenta las normas anteriores, es factible reproducir el ritmo de cualquier verso castellano casi siempre desde nuestra competencia.

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