- He ido leyendo las páginas de costumbre, y en muchas de ellas me he encontrado no solo con la divergencia en el pensamiento, incluso en el juicio, sino con la acritud y la violencia insultante que jamás hubiera supuesto en gentes, grupos, personas con las que normalmente hablo, me cruzo, convivo. El insulto suele proceder de la esfera política, aunque mantiene profundas raíces en creencias de las que no es posible distanciarse, ni siquiera alejarse.... porque entonces la agresión también te llega. Es como si al escarbar brotaran raíces oscuras que no es posible razonar.
- De sobra sé que hay personas y grupos que acrecientan esa animosidad y explotan la agresión (vivo cerca del Retiro, a donde llegan las manifestaciones de VOX), y que hay un tanto por ciento (¿millones?), impermeables a cualquier razonamiento, porque, dice una lectora ocasional de estas páginas, son "pasiones". Mala cosa cuando se descontrolan las pasiones y se agitan con el interés.
- Soy pesimista sobre el porvenir de esta piel de toro, azuzada a la pelea constantemente: la bestia dormida que, en cuanto arguyes dedo en alto y opinas, te lo cercenan. Lo curioso es que a mí me han hecho los mismos reproches, como si tuviera esas oscuras raíces que arrinconan a los demás. No así: discretamente me retiro a mis cuarteles de trabajo.
He ido aprendiendo –poco a poco, eh– que hay determinadas concesiones que se necesita hacer para vivir todos juntos; pero la de la violencia, acritud, insulto, desprecio, etc.
NO.
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