Un tiempo he estado fuera y sin ordenador ni trabajo constante. Recupero ahora algunas imágenes recientes, antes de anunciar, como es costumbre, libros, publicaciones, trabajos, viajes y lugares, con sus etcéteras abundantes.
El camino pasaba por Santiago, y de allí son algunas imágenes. La ciudad se movía con sus peregrinos a cuestas, el precio desorbitado del chocolate con churros y el abuso de los aeropuertos, las mil tascas donde remozar caminos..... y siempre la belleza de su casco viejo, afortunadamente conservado, cuidado, mimado.
Los peregrinos reposamos en las tascas del mercado –junto con el de Valencia, uno de los más coquetos entre los que conozco– y nos alojamos en un hostal desde el que se veía la catedral en obras. No pude comprar ni la variedad de quesos que están logrando las queserías gallegas (entre ellos uno azul) ni los tradicionales licores que todavía ofrecen; las mochilas no daban para más.
Un recuerdo literario, entre muchos posibles, el de la casa de Murguía, además de las visitas obligadas a las plazas centrales, a partir del Obradoiro, y del patio del Palacio de Fonseca, la biblioteca de la universidad.
Y paramos muy poco tiempo, porque teníamos ansiedad de mar.
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