Cuando mayo encara la feria del libro en Madrid –hacia el final del mes, se sabe porque suele llover mucho– se impone visitar el Botánico, antes de que se vayan todas las flores, particularmente las peonías, una flor cuya belleza es casi agresiva, la que más gusta a la dama que vengo amando insistentemente. Es una flor, como tantas (camelias, azaleas, rododendros, etc.) que procede de China y que se ha cultivado luego en todo el mundo con resultados espectaculares, en tanto allá –en China– siguen utilizando las buganvillas como seto de las autopistas, las camelias en las cazuelas de las casas de cualquier barrio, etc.
Crucé el Retiro, que estallaba de paseantes, ávidos de pillar un día de asueto con tiempo veraniego, entregados a la molicie – no en su sentido tradicional– y el dulce no hacer nada.... como siempre respetando la distinción entre praderas y lugares frecuentados (alrededores de lago, palacio de cristal, fuente de la alcachofa, vertiente que da a Menéndez Pelayo, antigua casa de fieras....) y amplias zonas de lugares casi desiertos, casi mágicos, sobre todo las umbrías que preceden a la chopera cuando se va de este a oeste. Tomé un par de películas, que aparecerán en mi facebook.
Cosa extraña, el Botánico tenía una larga cola para entrar, lo mismo que su vecino de enfrente, el Museo del Prado, lo que es justificable porque se celebra la "noche de los museos". Y el Botánico ha cambiado tarifas, con un sesgo muy curioso contra jubilados: de gratuita para mayores de 65 ha pasado a 0,50 por viejecito, lo que quiere decir que se va intentar frenar que el jardín se llene de jubilados que van allí a pasar un buen rato y a pensar en sus cosas. Alguien ha debido resolver que aquello era, por oculta razón, maligno, y ha puesto esa tasa, suficiente para frenar la lujuria floral de los jubilados, que no pueden invertir su capital día tras día en ese goteo considerable. Claro que así no se frena –siempre ocurre lo mismo– el regodeo natural de los ancianos con posibles. Verdad es que, quien tramó la subida, habrá pensado aviesamente que los jubilados ricos o con posibles no necesitan ir al Botánico, que tendrán su jardín y su sabe dios qué. Hago memoria de mi vicio de botánicos: Palermo, Lisboa Cambridge, Valencia, Poitier, Canadá, Xiamen, Florencia, Pisa, Burdeos, Granada, París, Gijón, Buenos Aires, Nápoles.... es irregular, afortunadamente, la medida contra ancianos, aunque los de Italia suelen ser algo caros, como los de China, porque los acotan como jardines.
Por mi parte, y como hago siempre, presenté un carnet falso –por caducado– de profesor de la UAM, en el que he medio borrado, como si fuera por el uso, su año de caducidad. No se suelen dar cuenta, aunque me miran con suspicacia. Es el caso que necesitaba ir a resolver un problema floral, una distinción sencilla entre las azaleas y los rododendros –que ando hablando con Gen Pan–, por un lado; un problema léxico sobre la denominación de las "vincas", y una cuestión sobre las variedades de la "aquilea"....; además de cerciorarme del remoto origen de los rododendros, que los californianos defendían como suyo, cuando yo siempre he asegurado que son de origen chino. La verdad es que resolví todo, y dejo muestras fotográficas; deduje por lo que vi que tanto rododendros como azaleas son de origen chino, y que –sobre todo los rododendros– se refinaron en los laboratorios naturales de California, y luego se extendieron por toda Europa, particularmente por la zona de la actual Alemania. Proceden del este de China, de una zona que voy a visitar ahora muy pronto, las laderas del Tibet en Sichuan; y se extienden hasta el norte, casi hasta Mongolia, aunque muchos de los ejemplares del Botánico madrileño señalan que proceden de Birmania, es decir, que podrían ser fácilmente de Yunnan.
En cuanto a las aquileas.... logré ver dos de las variedades que a mí me parecían totalmente distintas, ¡y en flor! De manera que salí bastante feliz del Botánico, anduve durante unos metros con una manifestación anarquista que iba de Atocha a Cibeles, gritando con ellos lo de "ninguna persona es ilegal" (qué lema tan bien encontrado y gritado), y entré en Caixaforum para escuchar un concierto de violonchelos y disfrutar de una serie de dibujos animados, la mayoría rusos.
Y va la serie floral, la primera, del rododendro, el encarnado tirando a rosa, luego las aquileas (la primera es la achillea 'moonshine', amarilla; la siguiente, azul tirando a morado, la 'vulgar'), tan distintas; finalmente, a barullo van para regodeo de los sentidos. Y todo termina con un pequeñísimo membrillo que ya asoma entre las grandes hojas del árbol, en recuerdo de "El sol de los membrillos", la película de V. Iriarte que proyectaron en la segunda cadena esta semana, para ver cómo pinta Antonio López.
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