Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 9 de marzo de 2011

De Rodrigo Calderón a Luisa de Carvajal (1609)

La abundante correspondencia entre el privado de Lerma y Luisa de Carvajal se ha publicado, en parte, en la edición de la BAE; otras cartas se hallan desperdigadas por ahí e irán apareciendo poco a poco, como es el caso de la que ofrezco ahora, que procede de un manuscrito de la BNE totalmente fiable, es decir, con cartas y documentos auténticos, entre ellos muchos autógrafos del propio Calderón; pero don Rodrigo tenía una letra grandota y destartalada, como se verá por este ejemplo de al lado:

De manera que es normal que en algunas cartas –en las que no mediaba un secretario o que no eran oficiales– buscara amanuense. La letra está acorde con el contenido, en el que asoma un privado comedido, abrumado de trabajo, familiar, algo desengañado de la corte –o eso quería hacer creer– y muy piadoso. Mi comentario en el párrafo anterior no es caprichoso: Rodrigo Calderón conocía muy bien los lazos de Luisa de Carvajal, que pertenecía a la alta nobleza, que estaba en contacto con el círculo de la reina Margarita –con la que Calderón estaba teniendo problemas graves– y que había conectado por el poderoso círculo de los jesuitas, a quienes Luisa había legado todos sus bienes, para un fundación. 
Sin menoscabo de lo que haya, por tanto, de religiosidad y piedad, Luisa de Carvajal estaba siendo un corresponsal importante para don Rodrigo, que, a su muerte, hará traer el cadáver de Londres a San Sebastián –donde le desembarcan–  y de allí a Valladolid, al convento de Portaceli, de donde solo iba a dejar que lo sacaran por orden del monarca, que recordó que su destino era el Monasterio de la Encarnación. En donde ahora yace.



A 4 de septiembre de 1609
En verdad que con su carta de VM hemos holgado doña Inés y yo muchísimo y que esto será siempre que VM se acuerde de escribirno[s] y por lo que no se olvida de nosotros quedamos muy reconocidos y obligados y en verdad que es todo menester porque la vida que se pasa en la corte es muy aparejada para olvidar de sí y cuanto le está bien, y así es necesaria la memoria que VM tiene, y así la suplico que lo continúe y suplico muy de veras a nuestro señor que nos saque de esta Babilonia y nos lleve a vivir por quietud a nuestra casa, porque aunque aquí se puede hacer algún bien es con gran peligro y con grandes ocasiones de caer en más trabajos. También suplicamos a VM que nos dé su gracia para acertar y servirles y a criar a estos niños, que ya son cuatro; ellos y su madre quedan buenos y besan a VM las manos, y todos deseamos muy buenas nuevas suyas y saber si la podemos servir en algo, porque aseguro a VM con verdad que holgaremos mucho de tener en qué. Su hermano de VM esta bueno y hace muy bien su oficio. Está mudadísimo de costumbres, de que VM debe darle gracias y animarle. Malo he andado estos días; quedo mejor. Dios sea bendito por ello y guarde a VM mil años. En Segovia, a 4 de setiembre de 609. Don Rodrigo Calderón.

2 comentarios:

  1. La letra de don Rodrigo, un tanto descuidada si se quiere, es muy similar a la de los caballeros veinticuatro de Jaén del reinado de Felipe III y Felipe IV. Pude leer mucha documentación al respecto en la realización de mi tesis. Creo, además, que muchos nobles tenían a gala tener mala letra, quizás para diferenciarse de secretarios, escribanos y otros burócratas.

    Saludos.

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  2. Y hasta hay comentarios literarios sobre la la mala calidad de la letra de nobles y poderosos, sí.

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