Si las meditaciones se plantean
para qué tanto meditar, yo creo
que nunca alcanzaremos a saber
si es pensar lo importante o lo que piensas;
este agujero de argumentos arduos
no lleva más que a la inquietud estéril
tejiendo y destejiendo conclusiones
que son premisas de tareas nuevas;
y en tanto argüimos incansablemente,
pierde la rosa su color, termina
el día, se confunden los aromas ...
y algo nos pide a gritos que entreguemos
la piel abierta y tersa a la encendida
humedad del amor y sus hogueras
Nunca comprenderemos el misterio.
Es nuestra inteligencia diminuta
para entender el universo o para
imaginar espacio y tiempo, todo
lo que intuimos más allá de nuestra
pobre capacidad de recordar
personas y paisajes, los momentos
que no querríamos perder jamás
voces, canciones, gestos, las figuras
amadas convertidas en retablo
de recuerdos que dañan y confortan
al mismo tiempo, los lugares donde
melancolía ordena sus juguetes
y sueña que no sabe de la muerte.
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