Hermoso lugar, casi enfrentado a Caixaforum en Madrid, en donde los espacios se distribuyen de manera caprichosa para lograr comodidad y gracia, como por ejemplo en la inmensa y luminosa sala de trabajo o lectura, o en el laberinto amarillo que sube y baja, o que se asoma a la terraza del bar, otro lugar para bienestar.
Jose, que trabaja en un departamento de lingüística computacional de Wurbzburg, habló largo y tendido sobre la aplicación de la informática o la lingüística computacional a las humanidades; como bien se comprenderá, tema complejo que no es para acometer aquí, ni siquiera sucintamente. Jose Calvo –antiguo alumno en la UAM, pero sobre todo en la BNE, en donde formó parte de mi equipo de trabajo– es también el hacedor de los libros electrónicos de Clásicos Hispánicos, y –uno de esos placeres exquisitos– persona de la que tanto aprendo ahora.
Bien es verdad es que antes de reencontrarnos en MediaLab Prado, quedamos para comer y él, que acababa de volver de Australia y yo, que tenía muy reciente mi último paso por China, hablamos un buen rato de los horizontes que se vienen y van, en un restaurante chino, naturalmente.
El público de Medialab, muy interesado en encontrar el quicio para que se puedan casar cosas tan extremas como el mundo de la imaginación artística y los procedimientos de cuantificación exacta.
Ya veremos.
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