Los jardines necesitan cuidarse. Como he sido tanto tiempo profe de literatura, fácilmente me voy a las sinécdoques: como los afectos, particularmente, los amorosos, que si no se desvían, deforman o sabe dios qué. Se discute sobre el tiempo que uno puede abandonar un jardín y un afecto. Mucho tiempo, en todo caso, estuvo el jardín abandonado. Para complicar las cosas: se abandonan los jardines porque te abandonan los afectos, y se da el viceversa. Idos (esto es pura rebeldía), sigo. También me gusta el otro extremo, "varse".
El caso es que ahora voy de susto en susto: las hortensias blancas purísimas que me recibían a la entrada han desaparecido; aunque han brotado otras azulonas en la serventía. Han “cortado”, cosa que en Galicia equivale han arrasado con todo lo que no llegaba a árbol: campos de toronjil (=melisa), de orégano, del heliotropo que perfumaba toda la casa, casi todas las hierbas luisas y lavandas, etc. El temporal, al que nos debemos acostumbrar, porque los sistemas dominantes no van a intervenir nunca en lo que les hace ricos, han derribado el alcornoque, tumbado un manzano, retorcido el olivo granadino que me regaló Reme, alborotado a los enhebros, convertido las copas de los pinos en remolino.... Idos.
El alcornoque, para leña queda, lo mismo que las ramas bajas del cedro del Himalaya y de la secuoya que presiden el ferrado: desde sus guías, encaramados, otean los cuervos el valle y ven cómo se ciernen los halcones; también avizoran las nueces, pues no estaré en otoño para recogerlas, y prueban de vez en cuando los higos, que este año van a llegar (“de higos a brevas”) a dulces. El médico me los tiene prohibidos, por azucarados, pero no veo ningún médico por aquí.
Lo positivo es que han medrado el cornejo, lleno de drupas, el inmenso castaño –debajo del cual duerme el jabalí– y, nuevos en el ferrado, un árbol de los faroles y un nogal, que sustituye al que derribó el huracán. Dos años le han bastado para andar cargado de nueces; las que miran engolosinados los cuervos. Siguen su curso, protegidos del viento, el granado, los limoneros, las camelias….. y un roble, nuevo, brotado delante de la casa, que no sé qué hacer con él. Idos.
He condenado la glicinia a que desaparezca, me ha derrotado, pero no es una derrota como el estramonio –que renace siempre–, sino que se empeña en abrazar al hórreo y entrar entre las lajas, para derribarlo, seguro. Así, extenderá sus flores la buganvilla, que andaba cohibida, sin acabar de trepar por el hórreo. Tampoco sé si las deutzias de al lado van a sobrevivir a este deseo de no abandonar las cosas a su destino incierto.
Otras menudencias del jardín abandonado, como el enderezamiento de los arrayanes, llenos de flor blanca, que he debido llamar a razón para que hagan curva; la ausencia de las grandes fucsias que pendían sobre el baladro; la propagación de los laureles, que dispersan sus simientes y echan arbolitos, que yo replanto amorosamente en tiestos, no sé para qué, son como los amores pequeñitos, que da pena dejarlos morir. etc. Entre todo ello, señalaré lo que ha pasado con los viejos abruños, aun cargados de frutos: van a dar paso a tres nuevos retoños –nacidos de pepitón– que ya van a dar sus ciruelillas. Podré hacer licor de abruños, de higos, de guindos…. Impresionante el tejo dorado y el acebo. Sigue incólume el árbol de Júpiter, ahuesado, esperando al otoño para acicalar sus hojas, cuando joven, se frotaban en su tronco los ciervos la cornamenta y dejaban huella, lo combatíamos con grasa de oveja. De donde colijo que ovejas y ciervos no se aman, vaya. Idos.
Y este año va a ser de avellanas, los dos arbustos grandotes están cuajados de avellanas, que recogeré y tostaré cuando me vaya. En Madrid haré bizcocho de avellanas molidas, miel y harina de avena. La receta está en mi blog, algo abandonado, como el jardín.
Y este año va a ser de avellanas, los dos arbustos grandotes están cuajados de avellanas, que recogeré y tostaré cuando me vaya. En Madrid haré bizcocho de avellanas molidas, miel y harina de avena. La receta está en mi blog, algo abandonado, como el jardín.
Hay muchas mas cosas; pero las restantes se pueden ver en el material fotográfico, en donde voy a intentar que cada foto vaya con su leyenda.
Que no se crea el jardín que le he abandonado del todo, como los viejos amores, que siempre dejan un no sé que dulzón en los rincones de las entretelas.
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